Luisana Colomine.
“Lleva el pan a tu mesa pero sin sangre”. No es una frase del papa Francisco ni tampoco un salmo de la Biblia. Es el mensaje que escribe en su “bío” de twitter Jhon Jairo Velásquez Vásquez (a) “Popeye”, sicario del narcotraficante más sanguinario de Colombia, Pablo Escobar.El hombre que por órdenes de su “patrón” mató directamente a 256 personas y planificó acciones terroristas que cobraron la vida de otras 3 mil (aunque él dice con absoluta frialdad que “cree” que fueron más de 50 mil) es el nuevo ícono mediático de la oposición venezolana, otra “celebridad” que se vale de su “imagen” para insultar a las instituciones venezolanas y a sus representantes.
“Popeye” tiene ahora un arma más letal: las redes sociales ya que el gobierno colombiano, luego de liberarlo, trata de mantenerlo a raya, sin cédula de identidad ni acceso a cuentas bancarias o al sistema de salud. ¿Qué importa eso? Tiene a twitter, a Youtube, a Instagram, a Facebook y lleva a millones su discurso de arrepentido dictando cátedra sobre cómo no delinquir. La cultura de la violencia nos ha permeado. Eso es evidente en los mensajes de apoyo que le envían. ¿Cómo controlar a “Popeye” si hasta quiere lanzarse como candidato a Senador y muchos de sus “fans” lo animan a que mejor opte por la Presidencia de la República?
En esta era de Internet ¿cómo se le llamaría? ¿Sicario 2.0? Velásquez es un “youtuber”. Su canal se llama “Popeye_arrepentido” y por allí difunde todas las entrevistas que le han hecho y también videos de elaboración propia porque se autodefine “documentalista” y de eso vive, según dice.
Desde ese canal “Popeye” le hizo propaganda a la “toma” de Caracas. Con un lenguaje procaz llamó “bruja” a la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, y acusó de “narcotraficante” al Jefe del Estado, Nicolás Maduro. De manera sistemática y diaria, el “buen sicario” se ocupa de Venezuela apelando al mismo discurso de cualquiera de los dirigentes opositores criollos. Leerle y escucharle es como estar ante un “cover” de Henrique Capriles, de Jesús “Chúo” Torrealba, de Lilian Tintori, de Henry Ramos o de cualquier fanático de la MUD que clama por un revocatorio, descalifica a Lucena y le dice “burro” a Maduro. El mismo guión, la misma “performance”. Francamente no hay diferencia.
Nadie de la oposición se ha desmarcado de “Popeye” y por eso ya lo consideramos uno más dentro de la Mesa de la Unidad. Un Nacho cualquiera, una Gaby Espino, un Jared Letto.
La notoriedad la adquirió gracias a las “narco novelas”, desde donde la industria del entretenimiento colombiano no ha tenido pudor para banalizar el horror que vivió (y vive) su propio pueblo. Lo demás lo han hecho los medios, los entrevistadores de oficio, los que buscan “rating” a costa de cualquier cosa y que han dado fama a engendros como “Popeye” que no es, precisamente, un juego de video aunque muy bien pudiera dar vida a cualquiera de los monstruos de Pokemon. En las muchas entrevistas le hacen preguntas tan absurdas como “¿Qué es para usted la vida?” o “¿Usted sí está arrepentido de lo que ha hecho?” “¿Y, dígame, cómo es que hizo para poder escribir un libro dentro de la cárcel?” Recordé la primera guerra que vimos por TV, la Guerra del Golfo. La bellísima imagen sugería fuegos artificiales. Lloré cuando tomé conciencia de que estaba muriendo gente inocente y que lo estaban transmitiendo en vivo. ¿Era yo cómplice de aquello? “Popeye” no es una invención de la TV. Es peor porque es una abominable realidad que se metió en tu casa y en tu psiquis y que ahora las redes sociales lo convierten en un usuario “influyente”.
Esos son los peligros que azotan a Venezuela, los que apoyan a la oposición venezolana, los que intentan darnos lecciones de democracia, de defensores de los derechos humanos. Decía hace poco nuestro defensor del pueblo, Tarek William Saab, que no nos extrañe si pronto se difunde un video de los Maras salvadoreños apoyando el revocatorio contra Nicolás Maduro o convocando a alguna de las bailoterapias de la oposición, pues ya habiendo dado el paso con un criminal confeso como Jhon Jairo Velásquez, cualquier cosa puede ocurrir. Si vimos a Lilian Tintori abrazada con el descuartizador aquel ¿Por qué no hacerse una selfie con “Popeye”? No es descabellado que quiera visitar Ramo Verde.
Las redes sociales son como una gran piscina donde todos, con identidades ocultas o no, estamos, a veces de manera ingenua, retozando, nadando, jugando y, de pronto a alguien no le da tiempo de ir al baño y, sin saber, te quedas allí inmerso en aguas contaminadas. Bueno, las redes están contaminadas…
Le escribí a Popeye un correo exigiéndole que no se metiera con Venezuela. Rápidamente me respondió: “Bueno lo hago porque no hay nadie que me lo impida (…)” Es verdad. Nadie se lo impide. Profesora de géneros periodísticos y periodismo de investigación en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Comunista.
@LuisanaC16