De soldados y la Antártida

Publicado el 11 marzo 2016 por Lya
Debería estar escribiendo de otras cosas, pero no me puedo resistir. Desde que lo vi ayer, no me puedo resistir, porque me pareció muy injusto. 
Lo de la Colau, digo. Y el ejército. 
Yo no es que sea muy marcial ni muy partidaria. Ni mucho ni poco, lo normal, como dice la canción. Mis sentimientos se limitan a mi experiencia laboral, que no puede ser mejor ni más buena en ese ámbito. El ejército no es una caterva de asilvestrados que se dedican a matar gente ni a aumentar el belicismo ni a enfrentar a los pueblos ni pepinillos en vinagre. El ejército está compuesto por gente normal que, eso sí, suele ser más educada y agradable que la media. En mi experiencia todo, repito. 
Y es que mis superiores dicen "oye, que mañana hay que ir al cuartel o a la base porque hay tal" y a mí me falta tiempo para marcarme un Katniss y ofrecerme voluntaria. Que no es que me guste, sólo, ver a chicos guapos en uniforme, que también, es que siempre que voy me lo paso bien, aprendo y encima, eso, son majos, agradables, se desviven por ayudar y nos tratan con una educación exquisita. Y eso, en este mundo en el que muchas veces a los periodistas no nos dejan ni una mesa para apuntar, creedme que se agradece. Mucho. 
Pero hay más. El año pasado, por noviembre o así, nos mandaron una nota de prensa desde Madrid. Dos soldados de las Tierras Charras se iban a la Antártida en un contingente del Ejército de Tierra como equipo de apoyo a la misión científica que todos los años se lleva a cabo por allí, en las bases españolas. La Antártida, oiga. Casi nada. Yo, que puedo ser muy pesadita, mareé al de prensa de la brigada en cuestión para ver si me mandaba foto de los paisanos que se me iban con los pingüinos. Al final lo conseguimos y todos tan felices. Pero hete aquí que en Navidad, el día antes de pillarme mis, merecidas y siempre cortas, vacaciones, me dio la ventolera, que decimos por aquí, y mandé un correo a ese responsable de prensa. Que si fuera posible, un correo electrónico, a ver qué tal llevan la Navidad, allá tan lejos, con esos fríos, cuatro preguntitas de nada, no molesto más, de verdad...
Al cabo de una hora me sonó el teléfono. Un número rarísimo. Descuelgo y... Buenas, soy el comandante, sí, de aquí, de la Antártida, que me han dicho que querías hablar con nosotros...

Yo


Cuando me recuperé de la impresión y dejé de calcular los kilómetros que nos separaban y de hacer el paleto diciendo lo bien que se les escuchaba para lo quintopino que estaban y de dar las gracias y más gracias, y de preguntar idioteces como si hacía frío (en la Antártida!)... Cuando se me pasó ese rato, digo, puede hablar con los paisanos, más majos que las patatas fritas (sigo a dieta, sí). Paisanos que junto a sus compañeros han hecho una labor estupenda en la Antártida, que se ha podido seguir por tuiter, por cierto, ayudando y apoyando a los científicos y estando ahí, como siempre están, para todos. 
Y esta es mi experiencia y la quería contar. Y ya, hale, me vuelvo a mis cosas. 
PS: a través del tuiter de la Campaña Antártida del Ejército de Tierra se podían apadrinar pingüinos. El mío se llama Lancelot y es amor.
Adiós!