En los últimos días es noticia el uso fraudulento de determinadas tarjetas de crédito, pero existen también otras que se usan de forma fraudulenta, cuyas consecuencias no tienen tanta repercusión social pero dejan patente rasgos de la picaresca, consustanciales en la naturaleza humana: sacar beneficio del engaño aunque sea poco.
Me refiero a las tarjetas de aparcamiento reservado para discapacitados. Éstas se conceden a los automóviles conducidos por personas con problemas de movilidad y a los que transportan a discapacitados, pero sólo y exclusivamente cuando éstos van en el automóvil.
He sido testigo, en repetidas ocasiones, del uso fraudulento de las mencionadas tarjetas. Conductores que aparcan en el lugar reservado aunque no transporten al discapacitado por el cual les ha sido concedida la tarjeta. El caso más reciente lo viví el pasado sábado día 4, dos jóvenes ágiles y esbeltas sobre tacones de diez centímetros estacionaron durante dos horas en un aparcamiento reservado para discapacitados (con la tarjeta bien visible en el cristal delantero del coche) próximo a un bar donde estaban realizando una campaña publicitaria de cerveza. Al ser preguntadas por su discapacidad respondieron que no tenían ninguna, estaban utilizando la tarjeta de su abuela, pero la abuela no estaba con ellas. El argumento utilizado fue que si aparcaban más lejos les suponía un gran esfuerzo transportar la mercancía que, dicho sea de paso, era un caballete, una garrafa y cuatro vasos de plástico.
¿Uso fraudulento de las tarjetas de crédito, de las tarjetas de discapacitados? Salvando las distancias, son dos caras de la misma moneda: defraudar, falta de ética y de escrúpulos, sacar beneficio, ya sea robando cantidades desorbitadas de dinero, ya sea utilizando la imagen del discapacitado para ahorrarse unos euros o diez pasos menos en el desplazamiento.
www.noticiasdenavarra.com/2014/10/09/opinion/cartas-al-director/de-tarjetas-y-otros-beneficios
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