Habría que empezar recordando los tiempos en que la mejor televisión de España era Televisión Española (TVE), la única existente y que servía de mero instrumento manipulador del Gobierno, que nombraba (designaba) a su director entre leales al régimen franquista, camisa azul incluida. Precisamente, un exdirectivo con tales requisitos supo evolucionar hacia la democracia para terminar siendo el artífice que desatara lo que se pretendió dejar atado y bien atado y convertirse en el político mejor valorado de la Transición, Adolfo Suárez. Aquella televisión monolítica mantenía unos centros territoriales repartidos por las regiones que emitían, aparte del parte de noticias acríticas para con el señor del Pardo, bailes regionales y comentarios futbolísticos de los equipos locales que, previa desconexión de la señal nacional, procuraban demostrar un simulacro de cercanía con los provincianos, que éramos el resto de españoles no residentes en Madriz, así pronunciado, con zeta, como correspondía al español “culto” de Castilla. Jamás se escuchó ningún acento regional de las distintas hablas del español, menos aun las otras lenguas nacionales, en ninguna de las delegaciones de TVE.
Telesur, el centro de TVE en Andalucía, estaba ubicado en un chalecito en La Palmera, la avenida aristocrática de Sevilla, no en Los Remedios, el barrio burgués con aspiraciones. Allí, con todas las limitaciones imaginables para el ejercicio de la profesión, se curtieron grandes periodistas que sortearon con dignidad los duros tiempos de la censura y la vigilancia política, elaborando con honestidad lo poco que dejaba hacer un órgano de propaganda oficial. Los ascendientes ideológicos de los que hoy deploran tanto “gasto” jamás cuestionaron la rentabilidad de aquella televisión, ni exigieron la autosuficiencia de los centros periféricos. Aceptaban lo que era. Era la voz de su amo.
Hoy, 25 años después, debe cerrarse la segunda señal de Canal Sur, básicamente, por falta de recursos en tiempos de recortes, pero también por falta de cuota de pantalla. Como en todos los modelos públicos de televisión de España, nunca se esperó que el invento andaluz tuviera rentabilidad comercial, pues la parte sustancial de la tarta publicitaria se la quedan las televisiones privadas, que tienden al duopolio. A semejanza de TVE y Telesur, Canal Sur (y todas las televisiones autonómicas), fue creada a mayor gloria del Gobierno correspondiente, aquí siempre del PSOE, y el control “democrático” de la información en cada Comunidad autónoma. Para ello, debía mostrarse como una televisión cercana a su público, resaltando una supuesta identidad andaluza y la promoción de sus valores. Así nacieron programas dedicados a la copla, la retransmisión de cuántas romerías y ferias existen en la región y los espacios para ancianos solitarios que buscan pareja o de niños que imitan a los adultos contando chistes zafios.
Canal Sur 2, en cambio, conformaba su parrilla con programas de predominio cultural, sensiblemente más baratos y menos “espectaculares”, cumpliendo la cuota de servicio público que se exige a un ente de estas características. La programación más relevante de la televisión andaluza podía encontrarse en espacios como Espacio protegido, El público lee, El club de las ideas, Andaluces por el mundo, etc. Pero los ajustes a que obliga la actual crisis sistémica llevan las tijeras necesariamente a un organismo que tiene una plantilla de más de 1.600 trabajadores y un presupuesto por encima de los 200 millones de euros, de los que cerca del 80 por ciento los aporta la Junta de Andalucía. Y puestos a cortar, se corta unificando los dos canales en uno solo, por “no poder costear la difusión de dos señales diferentes”, según su director, y para conseguir un ahorro de unos 20 millones de euros.