Vaya por delante que detesto el trasfondo de muchos de los que pitaron y pitarán el himno nacional en las finales de la Copa de fútbol. Otra cosa es si, como alguien ya ha apuntado, este torneo tendría que seguir denominándose Copa del Rey, con las connotaciones que ello conlleva: la presencia del monarca y, consecuentemente, la interpretación de la Marcha Real al llegar este al palco del estadio. Pero de lo que sí que discrepo es de los que exigen la suspensión del partido en el Camp Nou, si eso ocurriera el próximo 30 de mayo, cuando Barcelona y Athletic disputen la inminente final. Porque entiendo que sería darle la razón a quienes de esa forma se expresan (libremente, por cierto) y fastidiar a los que mayoritariamente les afean la conducta y pretenden ver nada más que un partido de fútbol.
Este domingo, en Turín, se ha disputado el derbi de los equipos locales: el Torino y la Juventus. Han ganado los primeros por un ajustado 2-1, remontando un gol de falta ejecutada a la perfección por ese genio de 35 años que se llama Andrea Pirlo. Es decir, que el choque se ha disputado, a pesar de los gravísimos incidentes que lo han precedido. En ellos, una decena de aficionados han resultado heridos (uno, en estado grave) en las inmediaciones del estadio Olímpico, tras el lanzamiento de una carta-bomba por parte de los hinchas visitantes (o sea, de la Juve). Además, el autobús de la Vecchia Signora ha sido recibido con huevos a su llegada al estadio, así como apedreado, rompiendo los tifosi del Torino una de sus lunas. La policía ha practicado varias detenciones, ya que durante el encuentro han continuado los incidentes, con lanzamiento de objetos y de otra carta-bomba al finalizar el partido.
Estaremos de acuerdo en que son hechos muy graves, protagonizados por personas tremendamente violentas, que, sin embargo, no han acarreado la suspensión del evento deportivo. Como tampoco se adoptó con enorme sorpresa esta medida el pasado noviembre, cuando un hincha del Depor murió en Madrid, antes de un partido contra el Atlético, en el río Manzanares. Y ello, aunque se pusiera en riesgo la vida de seres humanos, algo que por lógica ha de generar mucha más alarma social que el hecho de que, incluso varios miles de personas, abucheen a todo pulmón, y ante la incredulidad en otros países, la interpretación de un himno que debiera ser de todos los españoles.