De Ucrania a Siria: Rusia en el contexto político internacional

Publicado el 12 octubre 2015 por Polikracia @polikracia

Casi dos años desde el inicio del conflicto político en Ucrania, y apenas unos días desde que Rusia decidiera bombardear posiciones de ISIS en Siria. Podría parecer que la política exterior Rusia no es sopesada, calculada y muy metódica, y que cada una de las decisiones se adapta a un contexto diferente al anterior sin importar cuales fueran las posturas defendidas en el pasado. O posiblemente cada una de las actuaciones de la Federación Rusia fuera de sus fronteras obedezca a una línea de intervención bien marcada.

Tras la disolución de la URSS a finales de 1991, podemos distinguir dos periodos bien diferenciados que podrían explicar por qué la política exterior rusa ha dado un giro hacia una agresividad más visible en los últimos años: la etapa pre-Putin durante la década de los años 90 y la llegada de este a la presidencia rusa en el año 2000

Al margen de que Putin hubiese llegado al poder o no, entre el final de la URSS y los inicios de milenio se dieron en la nueva Federación Rusa unas condiciones económicas y políticas que difícilmente podían propiciar una política expansionista desde el Kremlin. Por un lado, la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, vigente durante casi 70 años, trajo consigo una serie de acontecimientos políticos convulsos, centrados sobre todo en redefinir el proyecto de país y las luchas internas entre Gorbachov y Yeltsin. En el plano económico, la política conocida como ‘Terapia de Choque’ de Yedor Gaidar se tradujo en una serie de privatizaciones y de apertura económica exterior muy fugaces, que desembocaron en un aumento significativo de la pobreza. Sin mando claro y sin recursos para ese mando, era imposible pensar en el exterior.

Con la llegada de Putin, el panorama en Rusia cambia radicalmente. Además de la recuperación de la economía a partir de 1999, Rusia logra al fin una estabilidad política de la que no disponía en la década anterior. Putin vence en primera vuelta en el 2000, y repite victoria en 2004 con un 71% de los votos. En 2007, ‘Rusia Unida’, el partido que presta apoyo legislativo en la Duma (Parlamento Ruso) al actual presidente, gana con el 64,3% de los sufragios. La suspensión en la limitación de mandatos (que obligó a Putin a presentar un candidato alternativo en 2007 al no poder presentarse), el aumento de las legislaturas de 4 a 6 años y un cada vez más notable poder del ejecutivo sobre el legislativo ayudan a hacer el resto, iniciándose así en Rusia un clima proclive para el desarrollo de un Realismo político en los asuntos exteriores rusos. Pero, ¿qué es exactamente el Realismo político? Lo explicamos

El Realismo, junto al Racionalismo y el Revolucionarismo, representan las diferentes escuelas de pensamiento dentro de las relaciones internacionales. Defendida entre otros por Maquiavelo, Aristóteles o Hegel, argumenta que la guerra acaba siendo inevitable por la propia condición humana, que la política internacional debe basarse en la fuerza y la diplomacia en la astucia. En definitiva, que los estados interactúan en un mundo anárquico en el que no pueden ni deben fiarse de nadie. Esas mismas teorías aplica Rusia, primero en Ucrania y después en Siria.

UCRANIA

Entender la participación rusa en el conflicto ucraniano es muy simple. El final de la guerra fría no pone punto y final a la rivalidad de la URSS (ahora Rusia) con las potencias occidentales. Prueba de ello son las declaraciones de la Secretaría de Estado americana reconociendo que los escudos antimisiles que mantiene USA al este de la UE están dirigidos a neutralizar ataques rusos y no iraníes, tal y como se pensaba en un primer momento.

El conflicto ucraniano comienza a finales de 2013, cuando numerosas protestas en Kiev denunciando el rechazo del presidente de Ucrania Viktor Yanukovich a asociarse en un tratado de libre comercio con la Unión Europea, y su libre disposición a aliarse económicamente con Rusia. Finalmente, el 22 de febrero de 2014, Yanukovich abandona el cargo y se ve sustituido por un gobierno interino más próximo a Bruselas que a Moscú. Recordemos que Rusia tiene una visión anárquica del mundo, y considera cualquier amenaza, por pequeña que sea. ¿Puede permitirse que Ucrania, país con quien comparte frontera, pase al lado europeo y americano? Obviamente no.

Entre el 23 de febrero y el 24 de marzo de ese mismo año se produce la anexión de la península de Crimea y la ciudad de Sebastopol a la Federación rusa, tras una consulta independentista marcada por una alta movilización de tropas rusas en la zona “para asegurar la integridad de los ucranianos pro-rusos de esas regiones” (dicho por las propias autoridades rusas). Con esta nueva adquisición territorial, Rusia lograba por un lado crear inestabilidad en Ucrania (dificultando así una fluida colaboración con los países occidentales) y por otro  asegurar sus bases militares en estos lugares, que le aportan una posición estratégica notable y que podrían haber tenido que abandonar de confirmarse un cambio de alianzas de Kiev.

La posible participación rusa en los conflictos independentistas al este de Ucrania con la cesión de armamento o el envío de tropas a la frontera también cuenta con una explicación estratégica. Además de la ya citada inestabilidad a la que debiera hacer frente el gobierno ucraniano, lograr que estas regiones (como Donetsk o Luhansk) de mayoría pro-rusa se desvinculasen de Ucrania y se constituyeran en nuevos estados aseguraría a Rusia un nuevo cortafuego entre Occidente y ellos mismos. En definitiva, que el este del país actúe como hacía antaño el estado entero.

SIRIA

En el año 2011 da comienzo un movimiento revolucionario conocido como ‘primavera árabe’ en numerosos países del norte de África y Oriente Medio, tales como Túnez, Libia o Siria. Estos tres países representan a la perfección las etapas finales en las que pueden desembocar este conjunto de protestas contra el régimen establecido: derrocamiento del dictador y transición hacia una democracia (Túnez), derrocamiento del dictador sin consecución de procesos democráticos estables (Libia) y revolución fallida (Siria). En Siria, el gobierno autocrático de Bashar Al-Asad (principal aliado de Rusia en la zona) resistió los embistes de la oposición primero, y les relegó a posiciones militares cada vez de menor valor estratégico después.

Tras cuatro años de conflicto y el voto en contra de Rusia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a la propuesta de actuar en Siria y ayudar de alguna manera a la oposición, los rusos han decidido intervenir militarmente allí. ¿Por qué ahora? Entra en escena un tercer actor determinante: DAESH

DAESH (también conocido como ‘ISIS’ o el autodenominado ‘Estado Islámico’) es un grupo yihadista nacido en 2003, cuyas principales áreas de actuación antes de dar el salto de calidad armamentístico y expansionista que conocemos actualmente se situaban en Irak y Siria. No será hasta 2014 cuando este grupo armado tome notoriedad y consiga reclutar a miles de partidarios que desestabilizarán el norte de Siria (entre otras regiones), en detrimento del gobierno de Al-Asad.

Este es el principal motivo por el cual Rusia ha decidido actuar ahora unilateralmente. El fuego cruzado al que se ve sometido su principal brazo político en Oriente Medio hace necesaria la intervención contra ISIS y el bombardeo a posiciones de la oposición siria. Esta es la principal diferencia entre la postura rusa y la norteamericana: mientras que Rusia quiere acabar con el ISIS para mantener a Al-Asad, los americanos pretenden acabar con los yihadistas también, pero su objetivo final es una transición democrática en Siria.

¿Le importa a Rusia el avance de DAESH como tal? Más bien no. Si este se concentrase en Yemen y no influyese en ninguna posición, interés o aliado ruso, posiblemente Moscú no se molestaría siquiera en analizar los acontecimientos. Rusia demuestra en cada nuevo movimiento internacional una actuación en pro de sus intereses como Estado, sin importar qué regiones anexionarse, a quién armar o a quién bombardear. Al contrario de lo que pudiera parecer, los rusos no actúan jamás de manera aleatoria en cada situación a la que se enfrenten. Y seguirán sin hacerlo.