El viaje fue más allá de sus mejores expectativas: en 1538 conoció personalmente a Miguel Ángel, que por aquel entonces tenía 60 años y estaba pintando el Juicio Final en la Capilla Sixtina. Como si fuera un periodista de profesión, Francisco de Holanda dejó constancia del contenido de los encuentros que tuvo con Miguel Ángel y con otras personalidades destacadas de la cultura y de la alta sociedad del tiempo en unas notas. El resultado es un perfil de un artista universal cuando no había ni grabadoras, ni televisión, ni mucho menos ordenadores.
Guerra y paz
Las notas de Francisco de Holanda desvelan un Miguel Ángel discreto pero muy brillante y, a veces, muy tajante a la hora de expresar su opinión sobre la pintura, según él, madre de todas las demás artes. La pintura, dice Miguel Ángel, es útil tanto en tiempo de guerra - para celebrar la paz y la gloria de los que la han hecho posible - como en tiempo de guerra.
Durante el asedio de Florencia de 1528, la ciudad pidió la ayuda de Miguel Ángel para fortificar sus muros de defensa, pero un pintor, afirma Miguel Ángel, es útil en la guerra también porque dibujando cartografías puede ayudar al ejercito a elegir el camino más corto o la mejor táctica contra el adversario y finalmente “para dibujar y combinar los colores de los uniformes en lo cual pocos saben acertar”.
Teniendo claro que no todo el mundo puede ser un pintor ni mucho menos un genio de la pintura, todos los seres humanos, según Miguel Ángel, son pintores, pues todos sus gestos, sus palabras, sus vestidos y sus inventos pintan el mundo en el que viven.
Italia, patria de la pintura
Sobre la pintura flamenca Miguel Ángel opina: “Esta pintura está hecha de trapos, de ruinas, de campos verdes, de sombras, de árboles, de ríos y puentes, a lo que ellos llaman paisajes, y algunas figuras por aquí u otra por allá. Y todo esto, aunque parece bien a algunos ojos, en pura verdad, está hecho sin razón y sin arte, sin la preocupación de la simetría y de las proporciones y, finalmente, sin ninguna sustancia ni nervio”.
El motivo de este escaso entusiasmo por la pintura flamenca radica en la indiscutible superioridad de la pintura italiana. “Sólo a las obras que se hacen en Italia podemos llamar verdadera pintura. (…) Entre tantas tierras y climas como alumbran el sol y la luna, en ninguna otra se puede pintar bien más que en Italia”.
Este don con el que Italia ha sido bendecida hace que la pintura allí sea no sólo mejor, sino mejor valorada y mejor pagada. Al joven artista “español”, Miguel Ángel aconseja que se mude a Italia o como mucho a Francia si quiere ganar un precio justo por cada una de sus obras y así vivir dignamente de su trabajo.
“En conclusión, en esta tierra nuestra, hasta los que no estiman mucho la pintura la pagan mejor de lo que suelen pagarla los que mucho la aprecian en España y Portugal. Por eso os aconsejo yo, como a un hijo, que no os deberíais marchar de Italia y si, al contrario, lo hacéis, temo que os arrepintáis de ello”. Sin embargo en este caso el joven Francisco no escuchó el consejo del gran Miguel Ángel y volvió a Portugal. Fuente: La Información