Franklin Delano Roosevelt y Winston Churchill
a bordo del barco británico "Príncipe de Gales", el 10 de agosto de 1941
En el último número de la revista literaria Mercurio viene una interesantísima reseña (firmada por Eduardo Jordá) de un libro de John Lukacs: Historia mínima del siglo XX. Me parece interesante porque parece que Lukacs se da cuenta de lo nefasto del nacionalismo, porque da importancia a las grandes personalidades, como hizo Carlyle en Los héroes, y porque reivindica a figuras para mí admirables, como fueron F. D. Roosevelt y Winston Churchill. No puedo resistirme a copiar aquí una parte de la reseña (en realidad, la mitad o más):
John Lukacs se proclama reaccionario, pero en realidad es un conservador a la antigua -admirador de Alexis de Tocqueville y de Johan Huizinga- que desconfía de la demagogia de una gran parte de la izquierda, pero que también desdeña a los políticos conservadores como Reagan y Bush, a los que considera infantiles y simplistas, y a los que acusa de haber caído en los dos vicios políticos que Lukacs más desprecia y más teme: el nacionalismo y el populismo. Y la historia del siglo XX que resume Lukacs en su tratado está saturada de nacionalismo y de populismo (dos términos que no existían en el siglo XIX). En contra de lo que se suele creer, Lukacs está convencido de que el nacionalismo ha sido un aglutinante ideológico mucho más poderoso que la lucha de clases propugnada por los pensadores marxistas. Y cuando hace un resumen del siglo XX, Lukacs llega a la conclusión de que los dos grandes protagonistas del siglo no han sido Hitler y Stalin -dos infernales, dos colosales nacionalpopulistas [...]-, sino Churchill y Roosevelt, es decir, un conservador y un liberal de izquierdas que se inclinaron por el patriotismo y por el internacionalismo [...]. Y si Churchill y Roosevelt no hubieran estado en el poder en 1940, y en su lugar hubiesen estado sus mediocres predecesores -Chamberlain y Hoover-, Hitler habría ganado la guerra sin ningún problema. No fue una cuestión de factores económicos ni de correlación de fuerzas, sino de valentía e inteligencia. Y eso es algo que olvidamos a menudo, sobre todo en estos tiempos en los que no hay indicio alguno de valentía ni de inteligencia por ninguna parte.