Esto de viajar con el cachorro ya lo hicimos algunas otras veces. La diferencia es que esta vez yo tenia que trabajar y el papá ese día no estuvo con nosotros... Todo recayó en mí, bañarlo, cambiarlo, acunarlo, alimentarlo, entretenerlo, cargarlo. El núcleo familiar que somos, ese trío estaba incompleto y yo no tenía sobre quien descansar. Sin embargo no estaba sola. Agradezco enormemente no haber estado sola. Mis amigos y conocidos conformaron un mundo de manos abiertas a recibir al cachorro para acunarlo o entretenerlo, pasearlo, dormirlo. Fue sumamente importante esta apertura. La necesidad de no estar sola fue cubierta por completo.
No soy de aferrarme al cachorro de forma egoísta. Por su parte, él también acepta con gusto los brazos y el cariño de la gente que se le acerca. Esto fue un gran punto, en otro caso yo no hubiera podido con todo.
No somos animales para estar solos, necesitamos del núcleo familiar y su expansión, de abuelas, tías, amigos y colegas. Necesitamos sentirnos parte de una manada para ser buenos padres y equilibrarnos entre el afecto y el trabajo. Al menos eso sentí estos días.