De vinos e incultura

Por Capitan_rabano @pardeguindillas
Hablemos de vino.
Y vaya por delante que sé que con este artículo no voy a hacer amigos.
Quién no ha oído aquello de: "Yo sólo bebo Rioja", o "yo no bebo rosado" o, peor aún "el vino español es mejor que el francés", normalmente pronunciado por alguien que NUNCA ha bebido un vino francés, al menos uno que no sirva como desatascador de cañerías (porque haberlos, hailos).
Y que decir de esas leyendas, con algún remoto poso de verdad, y ahora convertidas en "leyendas urbanas", según las cuales, del pueblo de su padre (del que lo cuenta) salían camiones y camiones repletos de uva hacia La Rioja porque, según el relator, en dicha región "no hay uva suficiente para tanto vino". Lo cierto es que si fuera absolutamente cierto, en La Rioja se elaboraría vino como para cubrir la demanda mundial de tinto, pues no hay pueblo español que no mande flotas enteras de camiones repletos. Eso sí, nadie me ha confirmado si esas uvas eran Tempranillo, Garnacha, Majueloo vete tú a saber.

Hay para elegir


Es francamente triste comprobar como en un país tradicionalmente ligado a la cultura del vino, no sólo cada vez se consume menos, sino que la cultura relacionada con su consumo es... como decirlo... ¿nula?.
Pongamos ejemplos:
  • La inmensa mayoría de la gente que se decanta por Rioja o bien por Ribera, no los distinguiría en una cata ciega, entendámonos, con vinos elaborados con Tempranilloy de calidades equiparables.

  • En este país durante años se vendieron ingentes cantidades de botellas de Lambruscos infames en restaurantes quintuplicando el precio de adquisición ¡y colaba!.

  • Mucha gente sigue despreciando el vino rosado y es más, ¡mucha gente sigue pensando que es una mezcla de vinos tintos y blancos!.

  • Yo he visto pedir que se caliente un vino tinto porque estaba demasiado frío, ¡lo juro!.

  • Muchos siguen pensando aquello de "con el pescado un blanco, con la carne un tinto", o... el cava para brindar... ya, sobre todo si has ganado una carrera de Fórmula 1.

  • Y volviendo al principio, despreciando vinos foráneos por el mero hecho de serlo y sin embargo bebiendo vinos nacionales elaborados con uvas propias de otras latitudes y siguiendo procesos de elaboración y, lo que es peor, de viticultura, directamente importados de lugares como Francia (con diferentes terruños, climas, etc...), aunque consideren que los vinos franceses son peores y más caros.

Pero, ¡qué curioso!, de repente se vive una explosión de vinos ligados al terruño, hay una tremenda reivindicación de, por ejemplo, La Garnacha, cuando ha habido años de "importación" de uvas como la Gëwurztraminer o la Syrah. Pero lo más triste de todo es que este fenómeno de reivindicación de la Garnachay del vino del terruño no ha surgido de la propia experiencia, sino que ha tenido que venir un gurú como Robert M. Parker para decirnos que la Garnachaes la nueva uva de moda (recordemos que en los restaurantes de Estados Unidos los vinos suelen clasificarse en sus cartas por el tipo de uva más que por su lugar de origen).

Grandes vinos con uva Garnacha que se han abierto mercado en Estados Unidos

No hay vinos en el mundo que expresen mejor el terruño que los Borgoña y tras años y años de maltrato a nuestros vinos, ahora nos fijamos en ellos. Más vale tarde que nunca. ¡Sí!, hagamos vinos diferentes, hagamos vinos ligados a los terruños, utilicemos las uvas de nuestros abuelos, ¡ellos sabían lo que se daba bien en sus tierras!, apliquemos tecnologías que potencien sus cualidades y no importadas de tierras, climas y culturas diferentes. ¡Apliquemos sentido común! y por favor, abramos nuestras narices y preparemos nuestra boca, disfrutemos del vino, "despaleticémonos", hay que estar dispuestos a admitir que hay otros vinos diferentes al que hemos bebido siempre.

Hace no mucho tiempo, en un encuentro entre blogueros, una afamada y muy mediática colega (mucho más afamada y mediática que yo, donde va a parar) comentó que había aprovechado su visita a Madrid para comer en un famoso restaurante de la ciudad. Dijo haber disfrutado mucho de la comida a la que acompaño con vinos de Rioja o Ribera (la verdad, no recuerdo de cual, para el sentido del artículo me da lo mismo), yo le pregunté si no habría considerado la posibilidad de, ya que estaba en Madrid, haber pedido un vino de la región. Su respuesta fue tan demoledora como triste y reveladora de esta absoluta incultura como consumidores de vino.
"No, es que quise beber un buen vino". Dicho esto, se dio la vuelta y dio por concluida la conversación, supongo que yo no era lo suficientemente mediático como para tener en consideración mis argumentos
No sólo quiso decir que en Madrid no hay buen vino, sino que sólo son buenos los vinos de la Rioja o de Ribera (me sigue dando lo mismo). Pues bien chata, con tu pan te lo comas, me parece fantástico que bebas el vino que quieras, faltaría más, pero me parece bastante triste que vayas de divulgadora de la Gastronomía y a nivel de vino te hayas quedado en un personaje de "Cuéntame"
Y hablando de paletos divulgadores y cuéntames, es difícil encontrar un nivel de incultura superior al del consumidor prototípico de Madrid y al camarero de su lugar de tapeo, el que cuando le pide una copa de vino le responde "¿Riojao Ribera", ¡por Dios!, ¿de veras cuesta tanto ofertar otros vinos?, ¿de veras es tan difícil entender que si me vas a dar un vino asqueroso me da igual la etiqueta de su DO?.
Otro ejemplo, hace unos meses cené en un refutado restaurante madrileño del que no he hecho la crítica en este blog por pereza y porque lo iba a poner a parir. Lo único que me gustó fue la carta de vinos, repleta de referencias que cubrían prácticamente todas las DO españolas, además de muchas regiones del mundo. Disfruté leyendo y pasmándome de las maravillas que allí había. Pues bien, en una de esas redes sociales de comentarios de restaurantes dónde suelen hablar más los que menos saben, abundan los comentarios de este restaurante, curiosamente casi todos elogiosos, salvo los que tienen que ver con su carta de vinos, reproduzco algunos:
"(...) Lo peor, la carta de vinos, no conocía ninguno y eran todos de sitios muy raros. Una pena que en un buen restaurante no tengan cuidado con estas cosas (...)".
Y el mejor de todos:
"No conocíamos los vinos de la carta y pedimos asesoramiento, nos ofrecieron un vino de Cádizy dijimos que no, que nos pusiera un Rioja, que ya que íbamos a pagar por una buena comida, queríamos beber un buen vino".
En fin, creo que por hoy ya he soltado unos cuantos demonios.