De Vinos por Londres

Por Smiorgan
Vivir en un país de larga tradición vinícola, permite que en cualquier restaurante encontremos una amplia gama de vinos nacionales que se adaptan a todos los bolsillos y nos permiten acompañar bien la comida, pero dificulta el que nos encontremos con amplias cartas de vinos extranjeros. Por el contrario, pasar unos días de trabajo en una gran ciudad de un país con largo y amplio historial de consumo de vino, pero sin tradición productora, hace que sea mucho más fácil rebuscar entre cartas con vinos de todo el mundo aquel que más nos apetezca en cada momento. Así pues, estos días pasados en Londres, en los que abundaron las comidas y cenas de trabajo, dieron bastante juego vinícola.
Empezaré el resumen por uno de los vinos elegidos por mí, y que desgraciadamente decepcionó bastante en la mesa. Forrest Pinot Noir 2010 (Marlborough, Nueva Zelanda; tinto con crianza 100% Pinot Noir, Forrest Wines) mostraba un suave color apicotado, con una prometedora nariz de frutas rojas y negras, flores y un fino especiado, pero que en boca pecaba de una acidez y tanino algo descompensados. No resultó muy agradable en boca, pero puede que mejore en botella.
Otro vino elegido por mi y que si mereció aprecio y repetición fue un clásico de los que habitualmente no fallan, y que me apetecía mucho probar. Guigal Côtes-du-Rhône Rouge 2007 (AOC Côtes-du-Rhône, tinto con crianza; 50% Syrah, 40% Garnacha, 10% Monastrell: E. Guigal) nos hizo disfrutar mucho con un típico vino rodaniano. Granatoso algo apagado, con una nariz marcada por notas cárnicas, fruta roja y especias y un paso por boca amplio, frutal y con un final secante muy agradable. Gustó bastante a casi todos en la mesa, incluído yo.
Cruzando el atlántico nos topamos con el Nómade Malbec 2008 (Mendoza, Argentina; tinto con crianza 100% Malbec; Tomás Ahával). De color picota con ribetes granatosos, con aroma de ciruelas y flores, y que se mostró en boca con cuerpo medio, frutal y algo secante. Muy bebible.
También del llamado nuevo mundo vinícola, probamos un vino de viticultura orgánica. The Ladybird 2009 (Stellenbosch, Sudáfrica; tinto con crianza; 54% Merlot, 20% Cabernet Sauvignon, 17% Cabernet Franc, 9% Petit Verdot; Laibach Wines) tiene un color picota oscuro, profundo. En nariz nos da algo de fruta, especiados y notas de cuero, para mostrarse en boca con un tanino algo marcado y buen cuerpo. No entusiasmó.
La región de Burdeos estuvo representada por un Bordeaux Supérieur del noreste de la zona bordelesa. Château Le Maine Martin 2005 (Bordeaux Supérieur, tinto con crianza; 65% Merlot, 35% Cabernet Franc; Chateau Cailley) es un vino de color granatoso oscuro, la nariz es bastante bordelesa, marcada por frutos negros, herbáceos y notas animales; en boca se mostró de cuerpo medio, con buena acidez, tanino aún marcado y final frutal. Nada espectacular, pero se dejaba beber.
El apartado de espumosos lo marcó un gran champagne, Louis Roederer Brut Vintage 2004 (AOC Champagne, 70% Pinot Noir, 30% Chardonnay; Louis Roederer) tiene un bonito color pajizo asomando los dorados; nariz intensa, con frutos secos, tostados y bollería y en boca, lleno, fresco, fantástico carbónico y final bastante persistente. Un excelente champagne, sin duda.
Por último, el vino que más nos gustó sin duda de todos los que probamos, tanto, que lo fuimos dos veces seguidas al mismo restaurante y pedimos el mismo vino; claro que a esto ayudó que enfrentarse a una carta de más de 700 referencias, sobre todo italianas, no es nada fácil (sólo de Barolo había más de 2 páginas impresas). El vino en cuestión es el Grandarella Rosso delle Venezie 2008 (IGT Veneto, tinto con crianza elaborado mediante appassimento; Corvina, Refosco y Carmenère; Masi Agricola). De profundo color picota violáceo, nos dio en nariz deliciosos aromas de frutas negras, hierbas aromáticas y un marcado avainillado. En boca, suave, equilibrado, de buen cuerpo, especiado y frutal, con una muy buena persistencia. Un delicioso vino.
Para terminar, dos recomendaciones de restaurantes. Por un lado Sketch, un sitio donde se combinan comida, arte y música. Fantástico ambiente, decoración muy diferente, y platos bien elaborados, que podrían pecar de ir algo escasos. Merece la pena una visita.
El restaurante que más disfrutamos, sin duda, fue Locanda Locatelli, estrellado restaurante italiano situado muy cerca de Marble Arch. Elegante, tranquilo, servicio fantástico, sumilleres atentos y profesionales, amplia variedad de riquísimo pan y algunos platos como la Insalata di fave e pecorino di Pienza (ensalada de habas tiernas, rúcula y queso pecorino), los Linguine all’ astice (linguini con langosta, tomate, ajo y chile) o la Tagliata di manzo scozzese, melanzane, aglio selvatico e cipolla rossa (finos filetes de buey con berenjena ahumada, ajo salvaje y cebollas rojas) que están simplemente soberbios. De postre, no dejéis de probar la Panna cotta al rum, gelatina al frutto della passione, fragole, granita al cocco e gelato spagnola o los increíbles helados. La carta de vinos además, es sencillamente impresionante.