Revista Cultura y Ocio

De vita beata / En el 25 aniversario de la muerte de Jaime Gil de Biedma

Por Calvodemora
De vita beata / En el 25 aniversario de la muerte de Jaime Gil de Biedma
Estoy detrás de un poema de Gil de Biedma en el que el poeta se queja de los inviernos duros y luego fatiga el litoral catalán por ver si llueve o no. Era algo así; recuerdo detalles inconexos. Yo no aseguraría ahora si es de Gil de Biedma o es de Ángel González y en vez del litoral catalán era el cántabro o el andaluz. Vengo notando que pierdo la noción exacta de las cosas. Parece confirmarse lo que ya barruntaban mis abuelos: que se adelantan las lluvias y el gobierno, reunido en emergencia, ha dicho que a río revuelto, ganancia de poetas, que a todo los poetas le sacan punta, afiladores del mal ajeno y testigos convulsos del rocío en la madrugada y el pulso herrumbrado de las olas castigando unas tumbonas. Los años cobran siempre sus tasas: esto ya lo he escrito por algún lado, pero me conforta. También he garabateado alguna impresión sobre la niebla: ” a ras de niebla, Dios oye el latido del mundo”, pero no tengo la certeza de que sea mío del todo. Igual es de un poeta ruso de librería de La Corredera, en Córdoba. Ahí, en una librería antigua y confortable, entreví que era en los libros en donde podía salvarme. Quizá descubrí a la misma vez las dos circunstancias: que me estaba perdiendo y que en ese refugio estaba mi salvación. Hay paseos que comienzan con una señora gorda que nos pide la hora y terminan en una librería antigua en donde la panza vertical de los libros piden lectores que les rediman el tedio y la soledad. En España sucede que se escribe más que se lee. La fascinación por la lectura es, en todo caso, menor que las tentaciones de la televisión. No hay batalla posible. Ahora que han terminado los festejos navideños y se han disuelto las reuniones felices, se ve lo duro que es la vuelta a la rutina, la bendita rutina, como dice mi amigo Padillo, que es joven, pero tiene sabiduría para lo que le conviene. Que hoy se cumplan 25 años de la muerte de Jaime Gil de Biedma no es nada especialmente luctuoso. Están a mano los volúmenes, su poesía valiente y urbana, de místicas pedestres, que son las que hacen que terminemos a salvo, rumiando nuestra desesperación, pero sin dejarnos vencer por su terrible peso. Hace 25 años que murió el poeta de la experiencia. Están bien las categorías, los compartimentos, los lugares en donde podemos estabular las cosas y saber que están ahí, disponibles, íntimas, cómplices y limpias. Era el hombre que no quiso ser poeta sino poema. No conozco a nadie que lo haya deseado más, a nadie que lo haya conseguido como él.  De él me dijo un amigo también poeta, menor y provinciano, que conocía a alguien que le había relatado que lo vio en una conferencia o en un recital de poemas en Barcelona y que luego paseó con él cuatro o cinco bares, que había bebido hasta alcanzar un desmayo presentable y había pronunciado la verdadera conferencia a pie de barra, iluminado por los vapores del éter, citando a Kavafis, en mitad de su trasegar etílico. Qué hubiera dado cualquier lector de poesía por estar ahí, en ese juntar las palabras, en ese mirar al cielo y contemplar su silencio. 
DE VITA BEATAEn un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda,
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.


Volver a la Portada de Logo Paperblog