True Blood fue una de mis series del comienzo de la temporada pasada. Sus dos temporadas me las ví en maratón, y aunque la primera la ví doblada, la segunda la disfruté en VO. Desde su piloto me declaré fan absoluto del bizarrismo que rodeaba a la serie, por lo que esperaba como agua de mayo el estreno de la tercera tanda de episodios. Y este domingo la HBO estrenó con éxtio la nueva temporada (5.1 millones de espectadores). Así que ten cuidado, que voy a spoilear con ganas.
Después del bizarrismo extremo que impregnó la temporada pasada con Maryann y demás posesiones, no podía esperar otra cosa de esta nueva temporada. Y de hecho, esa escena tan homoerótica que ha soñado Sam, con Bill como protagonista, me ha dejado trastocado. Y al parecer, puede que no sea la última, y es que nuestro amigo el "transformista" tiene la sangre del vampiro humanoide corriendo por su sangre, y todos sabemos lo que eso significa (sino, que le pregunten a Sookie y sus sueños con Eric). Sin dejar a Sam de lado, le vamos a tener esta temporada en busca de sus padres, aunque su hermanito, el hijo de Lincoln Burrows, es un poco reacio a dar información de sus padres.
Eric (que ha dejado la peluquería para dedicarse a los desnudos) ha empezado una serie de alianza con Sokie para encontrar a Bill. Vale que cada uno va por su lado, pero todos sabemos la tensión que hay entre estos dos. El sheriff cuenta con la Reina y Pam a su lado, aunque están husmeando en el tema de la venta de V (y no, no son los lagartos).
Y en cuanto a Tara y Lafayette, los tenemos en un plano totalmente diferente al resto (aunque terminarán involucrándose, todos lo sabemos). Tara está out totalmente, y aunque Lafayette sigue con su acuerdo de venta de V con Eric, su prima le va a dar más problemas. Si a esto le sumamos el ultra-fanatismo cristiano de la madre de Tara, lo tenemos todo listo para la fiesta.