Hay voces que con solo escucharlas se te remueve desde la uña del dedo gordo del pie al último pelo de la cabeza. Como bien escribía mi querida Cristina Otadui tras saber de mi asistencia al evento, "la primera vez que la escuché fue como un no sé qué que se yo, que subía desde el estómago... noches de cabaret berlinés de entreguerras, de media negra con costura, de luces bajas... de pasión y de misterio... la voz de Ute Lemper, sin más". Yo añadiría el whisky porque con la Ley Antitabaco ni siquiera el humo flotando. Las notas al programa de Joaquín Valdeón, a quien no respetaron los puntos y aparte, no pueden condensar tanto el repertorio presentado en este improvisado cabaret del auditorio donde las toses formaron parte del ambiente, "el Kampflyrick o lírica de combate".
Primero destacar al pedazo de músico que es Stefan Malzew, no sólo al piano, al acordeón como no podía ser menos en las canciones de Édith Piaf, ambos a la vez como en el mix de Weill-Brecht, sino también al clarinete en la popular rusa Tyomnaya Notch o alternando con el piano en los yiddish de Alberstein sino, y sobre todo, por sus increíbles arreglos para este recital donde el Cuarteto Vogler abrió en solitario ambas partes con cuatro de las Cinco piezas para cuarteto de cuerda de Erwin Schulhoff, para después dejar una lección de música juntos y por separado, sonoridades de nuestro tiempo, respetando el original para adaptarlo al estilo siempre único de Frau Lemper, como en el caso de Piazzolla.
P. D.: Crítica de Ramón Avello en El Comercio de Gijón.