Hace unos días se revelaron los ganadores de los Premios Ondas. Sin saber mucho de estos en particular, creo que la mayor parte de los premios responden a la categoría de “tu los guisas y tu los comes”, y aun así me gustó que ganara “uno de los míos”, Carles Francino, condición que confirmo al leer su comentario que reivindica el periodismo en momentos de “mucho ruido y confusión… Nosotros defendemos el debate, pero no las trincheras”.
En su edición de hoy, El País publica un especial Vinos y Gastronomía, en el que Carlos Delgado firma un artículo sobre vinos por variedades autóctonas. Mi primera reacción fue la de pensar que habría gato encerrado y que ya vendrían con lo de siempre. Los proyectos consolidados que suelen tener algún tipo de relación de negocio con el medio (inversionistas, el club de vinos de tal o cual, publicidad).
Cada vez que encaro así la lectura me sobrevienen una taquicardia y un vértigo pensando que ahí en esas páginas de altísimo rating están escribiendo lo que venimos diciendo unos cuantos anónimos con mejor o peor pluma desde hace más o menos tiempo y en donde también hay cavadas trincheras. Está clarísimo que en el mundo del vino, de su comunicación y de su conversación, a la hora de intercambiar sobre las prácticas vitivinícolas, más que hablar se grita, más que debatir las personas se atrincheran defendiendo puntos de vista y al final tenemos que saber que la trinchera lejos de ampliar el panorama lo acota a ese pequeño espacio que se vuelve irrespirable.
Hoy, no se porqué o tal vez si, me aburrí de la trinchera y me di cuenta que ya no me gusta esa sensación taquicárdica y de pronto me encontré leyendo una información que me interesaba en especial por el criterio de presentación (las variedades autóctonas), concisa, que aporta contenido e información para que cada uno saque sus conclusiones (por ej. que el precio promedio de las botellas listadas es de +28€). Al no intoxicarme con el chute de adrenalina propio de la tensión de la trinchera, pude ver lo que hay de bueno en esta lista de vinos y disfrutar de esas palabras bellas, como Caiño, Cariñena o Carrasquín, raras como Baboso Negro o Negramoll, divertidas como Rufete, asociadas a botellas concretas, precios y webs.
Propongo salir de la trinchera, acabar de modo inteligente con la mentalidad eternamente opositora que es la que más aleja del empoderamiento y de creer que hay un lugar y unas personas que disfrutan de lo mismo que nosotros sin tirarse con las verdades por la cabeza.
Brindemos con los mejores vinos artesanos, naturales, honestos y seamos buenos mas no tontos.
Salut!
Fuente: Observatorio de vino
Debates si, trincheras no