Revista América Latina

Debatir sobre la ética en el desarrollo: fraternidad y otros conceptos relevantes

Por Jose Luis Vivero Pol
Debatir sobre la ética en el desarrollo: fraternidad y otros conceptos relevantes
El mundo de la cooperación al desarrollo está regido por el dinero que, por no usar ese nombre que suena vulgar, se denomina con otras acepciones más suaves como fondos, financiación o presupuestos. La ética que guiaba antaño a la cooperación, que se basaba en los principios de solidaridad, cooperación, amistad entre pueblos o lazos históricos, ha sido poco a poco desplazada por la ética del dinero, que como todos sabemos no tiene ética. Poderoso caballero es Don Dinero, mencionaba ya Quevedo con proverbial gracia en el siglo XVII.
Esa ética de la cooperación emanaba del principio olvidado de la trilogía revolucionaria liberal, la Fraternidad, entendida como la cooperación altruista entre personas, la hermandad de los pueblos o países para conseguir el bien común y favorecer una cohesión social, tan necesaria entre los seres humanos para el disfrute pleno del desarrollo. La fraternidad se cayó hace tiempo del impulso renovador de la sociedad europea, aunque en aras de la libertad y la igualdad se libraron guerras y se amplió el capitalismo neoliberal. Lamentablemente, el trípode que sustentaba el nuevo modelo social surgido de la Revolución Francesa tiene ahora sólo dos patas, y por eso cojea, por eso está desequilibrado, por eso tenemos una crisis total del modelo económico, por eso tenemos una crisis global de las democracias hambrientas que no garantizan unos mínimos básicos para vivir a todos sus ciudadanos. Falta la fraternidad como ideal político que amalgame con un sentido humano y ético los otros dos principios, también importantes.
Se perdió la fraternidad, la cohesión, la ética de la solidaridad, y tanto la economía como la política se supeditan hoy en día al dinero. Esta misma cohesión social que se quiere consolidar como paradigma de desarrollo en América Latina y en la propia Guatemala emana del principio perdido revolucionario: ¿Qué fue de la Fraternidad? y ¿Por qué se han desarrollado tanto la Igualdad y la Libertad?
La Revolución Francesa, que cambió el viejo modelo social - nobleza, iglesia, pueblo llano- por el nuevo modelo donde todos eran ciudadanos iguales, desarrollo la igualdad y la libertad como principios básicos de la consolidación política -modelo democrático- y del desarrollo económico -modelo capitalista- posterior. La igualdad entre todos los hombres y desarrollo del ciudadano que tiene derechos y deberes frente a su sociedad son pilares de la democracia. Y esa igualdad fue ampliamente desarrollada filosóficamente y legalmente -aboliendo la esclavitud o dando derecho de voto a las mujeres, por ejemplo. Igualdad de derechos y deberes entre hombres de todos los países, pero también entre hombres y mujeres, y entre razas. Esta igualdad se ha consolidado a fuerza de manifestaciones, matanzas, revoluciones armadas, revoluciones pacíficas, decretos, leyes, sentencias, jurisprudencia y directrices políticas. Y aquí la tenemos hoy en día: consolidada como algo evidente, cuando a lo largo de la historia humana nunca lo ha sido, y formando parte del esqueleto de nuestra sociedad del siglo XXI.
Luego tenemos la libertad, que como concepto amplio abarca una serie de derechos humanos básicos como la libertad de movimientos, de palabra, de credo, de decisión, pero también incorpora conceptos más políticos como la soberanía –libertad del Estado-, la economía neoliberal desregularizada –libertad de acción para la empresa-, o la libertad del individuo frente al estado –con la reducción del papel del Estado y la aniquilación del estado de bienestar. Estas aristas de la libertad, llevadas a su extremo, han erosionado nuestro modelo social, actuando en contra de la fraternidad, que actuaba como contrapeso de los otros dos. El individualismo es pernicioso para la especie humana, y su exacerbación nos ha llevado a la crisis económica, ambiental, energética, alimentaria y a poner en peligro nuestra supervivencia en este planeta. Y digo la nuestra, porque seguro que el planeta nos va a sobrevivir.
Sin ética, el desarrollo se envilece, se trivializa, y se reduce a quién paga y quién recibe, sin considerar el porqué se hace ni cuál es el fin último de cooperar. Desde hace tiempo me pregunto la causa final básica de por qué no se cumplen los compromisos políticos de lucha contra el hambre – ni los de los donantes ni los de los receptores-; por qué no importan las muertes de niños por falta de acceso a la salud, a las medicinas, a los alimentos; por qué el Gobierno de Guatemala dejó caer la estrategia de lucha contra la desnutrición crónica infantil – siendo uno de los tres principales problemas del país, junto a la inseguridad y la baja fiscalidad. Estuve en Diciembre en Cancún, en la Conferencia sobre Cambio Climático (ver entrada de este blog), y lo que más me impresionó es ver cómo el grueso de las negociaciones entre los países era sobre el dinero de las compensaciones, de las inversiones necesarios, de quién gasta primero o recorta antes, y apenas había espacio para los impactos del cambio climático sobre la población, de las implicaciones del cambio sobre la agricultura, sobre la alimentación, sobre la salud o sobre los ecosistemas. Todo era sobre el dinero. De hecho, algunos intelectuales se preguntaban dónde estaba la ética en las negociaciones. Yo no la vi.
Vargas Llosa dijo recientemente que la falta de ética es una manifestación de la barbarie. En estos tiempos que corren creo que vamos deslizándonos hacia ese estado de barbarie y desintegración social. Necesitamos retomar la enseñanza de la ética y la filosofía en las escuelas, pero en las de secundario o en la básica, cuando se forman de verdad los valores de las personas. Necesitamos devolver poder de decisión y asesoría a los ancianos y sabios de nuestros países, a los que de verdad saben lo que es mejor para la sociedad, y no dejarnos regir por politicuchos oportunistas que sólo se preocupan del voto de las próximas elecciones, de cómo perpetuarse en el cargo por encima de las leyes, de cómo meter a miembros de la familia en cargos de poder y como saquear las arcas del Estado para beneficio propio. De todo eso tenemos mucho en Centroamérica y en Guatemala.
En definitiva, necesitamos revitalizar unos principios éticos, que alguna vez tuvimos, que permitan a todos los seres humanos “vivir bien”, como establece el principio Aymara de “Suma Qamaña” que ya forma parte de la Constitución de Bolivia y no sólo “vivir mejor que otros” como nos incita a pensar el consumismo capitalista. Otra opción es usar con más frecuencia el Índice de Felicidad Nacional que desde Bhután sea ido ampliando a otras partes del mundo.
Necesitamos que vuelvan los Ancianos y los Sabios para que nos recuerden los principios éticos que deben regir a nuestra sociedad en un mundo en crisis donde la propia supervivencia de nuestra especie se ve amenazada por el cambio climático, el hambre, la pobreza, las guerras, las enfermedades, la crisis energética y la destrucción del medio ambiente.

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