La historia de la neutralidad en Europa es una historia de Estados tapón: países pensados para evitar que otros países más poderosos se enfrenten. A Suiza le fue impuesta en 1815 por las potencias que habían vencido a Napoleón, y lo mismo pasó con Bélgica en 1839, Austria en 1955 o Finlandia en 1956. Otros países no necesitaron de la presión externa —o al menos no directamente— para asumir tal posición: fue el caso de Suecia en 1814, Países Bajos en 1839, Irlanda en los años treinta o Moldavia en 1994.
Todos los casos repiten un patrón: buscan evitar problemas futuros. La gran mayoría surgieron después de guerras —las napoleónicas y la Segunda Guerra Mundial— o al alcanzar el país la independencia por primera vez. ¿Debería Ucrania aspirar al mismo estatus para calmar las inquietudes rusas? La reciente crisis entre ambos países ha rescatado este clásico europeo. Pero existen dos problemas: el mundo actual no es el del siglo XIX y hasta para la propia Rusia es una propuesta indeseable.
¿Y si Ucrania no quiere ser neutral?
Pocos países han elegido un estatus neutral de manera democrática. La mayoría de los ejemplos, tanto actuales como históricos, vienen de imposiciones exte...
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