Cuando despertó, abrió los ojos y sólo pudo asombrarse del asombro con el que los demás la miraban antes de volver a sumirse en aquel sueño tan profundo. Apenas había tenido tiempo de darse cuenta de la situación, atrapada por una soñolencia que le impedía saber si era noche o día y si estaba en su casa u otro lugar. Pero los que la rodeaban supieron enseguida que su sueño era la muerte que, en un instante de debilidad, le había dado una oportunidad fugaz para despedirse con la mirada de los suyos. Luego se durmió para siempre.