Por María del Valle
To live is the most rarest thing in the world.Most people exists, thats all.Oscar Wilde
Todo lo que concierne al mundo de lo “humano” implica complejidad.
Esa complejidad está determinada por las experiencias personales, familiares, sociales y otro gran porcentaje, por la disposición congénita que determinan nuestros pensamientos y acciones.
A lo largo de la historia de las sociedades han existido individualidades que no se resignaron a vivir la vida de manera autómata: vivieron sus vidas cuestionando y replanteándose el significado de cada palabra teniendo como única lealtad sus más íntimos propósitos. Experimentaron esa sensación de la “bendición de ser uno mismo, de estar enamorado de hecho de existir en este mundo”.
Cultivaron sus vidas en un permanente soliloquio para trascender la propia individualidad y lograr penetrar y descifrar los misterios que movilizan la acción de vivir propia y ajena. Sentir “debilidad por lo humano” como diría la escritora Victoria Ocampo es, de un lado, apostar por la libertad individual, creer en el libre albedrío, respetar la decisión del “otro” y considerar el propósito con el que enfrenta sus decisiones y logra manejar su vida. De este lado, es respetar los juicios individuales según los principios, la capacidad de razonar y fundamentalmente la libertad para elegir que determinan las afinidades con las decisiones de ese “otro”.
“Sentir debilidad por lo humano” es, entonces, respetar las resoluciones individuales que permiten convivir sobre la base de una racionalidad sin prejuicios que evita las imposiciones y promueve las acciones y las elecciones libres.
Muchos vivieron con la convicción, como diría Thoreau en “Walden. La vida en los bosques” que “no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido”. Poseedores de una fuerza interior para desafiar y cuestionar lo instituido y actuar en beneficio de ese grito profundo que pugna por salir para conducirnos por los caminos ideados en nuestros únicos e individuales propósitos.
¡Experiencias surgidas de una trato intenso con la vida!
La escritora francesa George Sand, seudónimo de Amandine Aurore Lucile Dupin, baronesa Dudevant, nacida en París a principios del siglo XIX le hace a decir a uno de sus personajes de la obra Indiana: “A veces la sociedad gusta de que le hagan frente; no otorga su admiración a los que se arrastran por senderos trillados”.
La historia de la Humanidad está repleta de casos de individuos que se sobrepusieron a sus tiempos y a las adversidades culturales y políticas de cada época logrando trascender en su ilimitada proyección y confianza individuales.
No detuvieron su marcha e inauguraron nuevos recorridos a través del pensamiento y la acción.
El camino elegido no fue fácil; la satisfacción de haberlo emprendido fue su mejor recompensa.
“Aunque no fui completamente rebelde no pudieron llegar a dominarme” declara George Sand en su libro “Historia de mi vida” dejando entrever una lucha desigual entre una sociedad depositaria de unos patrones culturales determinados y una individualidad comprometida consigo misma.
Cada actividad que emprendemos, sin excepción, está condicionada por nuestra propia y excluyente visión, muchos siguiendo el firme propósito de honrar la vida.