Debilitamientos

Por David Porcel
Ahora que los rostros se han vestido nos ruborizamos cuando en un acto social nos quitamos la mascarilla, quizá para comernos la manzana en la esquina de la sala, o para toser la pepita que nos atraganta la respiración. Nos ruborizamos y enseguida nos la volvemos a poner, como hacíamos en la playa cada vez que nos cambiábamos de bañador o salíamos apresurados de la ducha por miedo a algún vecino mirón. ¿Se está convirtiendo la mascarilla en la nueva prenda de vestir? ¿Habremos de despojarnos de ella cada vez que queramos hacer el amor? ¿Evitará el primer beso ahora que sabemos puede matar?

El caso es que nos prometieron que el sentido de las nuevas técnicas de distanciamiento era el de producir poder de aproximación, cuando, paradójicamente, ese poder no puede alimentarse sino de aquello que, precisamente, aquellas pretenden combatir:
"Dicho de otro modo: al tocar, nos sentimos; al tocar, nos tocamos. Lo cual demuestra que lo que incrementa la vida no necesariamente es la retirada del mundo, sino un tipo de relación con el mundo; la vida se intensifica en contacto con el mundo." (Josep Maria Esquirol, Humano, más humano)