I
La caligrafía es siempre el cuerpo, su pulso herrumbrado, la sangre extraviada. Es al cuerpo al que le debemos rendir las mayores atenciones. El alma está sobrevalorada.
II
La luz codicia un extravío lentísimo de caballos en un sueño. La luz malogra el veneno de las sombras.
III
Tampoco es a morir a lo que los ríos acuden al mar.
IV
El tren medita perderse en una distancia de algodón. Yo me pierdo en tu alma.
V
El pecho nos lo acribillan las horas, el meticuloso y delincuente oficio del tiempo, con su fiebre, con su lenta orfebrería sin propósito.
VI
La memoria acaba siempre por aturdirnos.
VII
Arquero embriagado de dianas, el poema.
VIII
Qué galope se oye: silbo de poeta acuñando prodigios.
IX
Ya mismo el frío me azuzará sus perros.
X
Líbame un vértigo, amor, herrúmbrame un pétalo, turba mi hombría, deja ese libro de Kafka, no leas más, adoro a Kafka, pero Kafka no nos hará bien esta noche.