Soy cubana, y soy bloguera, pero me temo que no soy una "bloguera cubana". Por bloguer@ cuban@ todo el mundo entendería alguien cuyo tema de conversación es Cuba y su política. Sobre todo, si vives dentro del país y tu blog es la única y arriesgada de manera de expresión posible contra un sistema de pensamiento único. La bloguera más famosa del mundo es cubana, como todos sabemos.
Dicen los psicogenealogistas que los hijos estamos abocados a cumplir el contrato inconsciente, el guión que nuestros padres han previsto para nosotros. No importa que nos rebelemos: si hacemos justamente lo contrario a lo que ellos deseaban, también estamos cumpliendo el contrato, pero en inverso. Así que, como en la tragedia de Edipo, el "destino" son los padres. A menos que en el camino despertemos la conciencia y encontremos nuestro propio lugar y nuestro propio centro, libre de sumisión y libre de rencores, pero parece que de momento es muy escaso el porcentaje de humanidad que logra semejante propósito.
Los cubanos, los de dentro y los de fuera, los de Cuba y los de Miami, el par de millones que estamos esparcidos por el mundo entero, seguimos poseídos por el guión que "papá Fidel" concibió para nosotros. No sabemos ni podemos hablar de otra cosa. La "problemática cubana" es tan dura para todos que no podemos sustraernos de ella, quizás haya que avanzar un par de generaciones.
El día que los cubanos, en cualquier parte del mundo, podamos hablar de moda, de comida, de viajes, de maternidad, de física cuántica o de la inmortalidad del cangrejo, con naturalidad y sin que asome por ninguna parte el fantasma de la política nacional, entonces nos habremos realmente "liberado del hechizo" y supondrá que la islita ya es un país "normal" que no sale en las noticias ni recibe la proyección de los sueños irrealizados de la izquierda mundial.
Mientras, no puedo resistir la tentación de compartir por aquí un texto escrito por uno de los blogueros cubanos más lúcidos (a mi parecer) que ahora mismo escribe en la red. Se trata de Ernesto Morales, un joven periodista que inició su proyecto El Pequeño Hermano en Cuba, y que hace unos meses se ha ido a vivir a Miami. Es muy difícil librarse del hechizo, pero al menos Ernesto hace un ejercicio de dignidad intentando defender la independencia y la honestidad de su criterio, no siempre coincidente con el dogma de los bandos oficialistas de Cuba y de Miami.
Su décalogo para un bloguero cubano, aunque él mismo dice que carece de universalidad, es aplicable en general a cualquier blogger (el anglicismo me permite la neutralidad de género), no sólo los cubanos y no sólo los que hablan de política, así que blogueros y blogueras del mundo, disfrutadlo:
DECÁLOGO PARA UN BLOGUERO CUBANO
Por Ernesto Morales Licea
Vía| El pequeño hermano
(Las negritas son mías. IMH)
Desde sus Olimpos literarios, cuando ya habían rendido al mundo lector con sus ficciones tremendas, Borges, Monterroso, Quiroga, Bukowski, escribieron decálogos para jóvenes escritores. Decálogos como sutiles advertencias, quizás.
Otros, no conformes con la brevedad, se lo tomaron más en serio: Rainer María Rilke publicó sus “Cartas a un joven poeta”, y Mario Vargas Llosa, equilibrando géneros, sus “Cartas a un joven novelista”.
Yo comparto con ellos sólo un aspecto: la enfermedad de la escritura. No tengo Olimpo ganado, aunque sí descaradamente deseado. Pero en algo les aventajo: esos señores de inmortalidad merecida (exceptuando el reciente Premio Nobel) jamás conocieron la palabra blog. Ni siquiera un alucinado como Ray Bradbury pudo entrever un futuro de espacios digitales donde publicar con libertad endemoniada.
Por eso hoy he querido perpetuar la tradición. Esta vez, esbozando un decálogo que, lamentablemente, adolece de universalidad: he querido dedicarlo a un posible bloguero cubano que quizás, en este preciso segundo, valora la posibilidad de abrir su bitácora desafiante.
1. Ya lo decidiste, ya le diste nombre. Lo lanzaste a rodar en la gran red. Con suerte, algún colega te lo promocionó en su propio espacio y ganaste tus primeros lectores. Pues bien, que lo sepas: acabas de ganarte una carga tremenda. Tu blog no se convertirá en tu mascota, se convertirá en tu hijo. Y a diferencia de las mascotas, que se juega un rato con ellas y luego se las deja a su albedrío en la casa, los hijos no toleran el desentendimiento. Que sepas que, como en aquel texto de Cortázar con el reloj, tú no te has regalado un blog a ti mismo: acabas de ser el regalo para un blog que en lo adelante te tendrá a sus pies.
2. El día que publiques tu texto más esmerado, puede que contabilices diez lectores, de los cuales la mitad haya entrado a tu web por error. El día que publiques tu texto más mediocre e inacabado, puedes llamar la atención de alguien con mucho crédito en la red, y ser recomendado. Ese día tendrás miles de lectores a quienes no tendrás cómo decirle: “Por favor, cuando termines este, entra a leer aquel otro, que es mejor…” Conclusión primera: nunca publiques rellenos. Conclusión segunda: reza porque el día en que publiques el relleno, el texto que no te pudo salir mejor, nadie con credenciales decida fijarse en ti.
3. Como vives en Cuba, la libertad de expresión te suena a expresión hueca. Sin embargo, sabes que la necesitas. Y te la procuras a contracorriente. Eso siempre será admirable. Regla infalible: los lectores se dan cuenta cuando algo es escrito desde la honestidad, y cuando obedece a órdenes superiores. Siempre tendrán incomparablemente más seguidores, consultantes, lectores en general, los espacios que se escriben desde la necesidad de expresión, que aquellos que obedecen a funciones de trabajo. Quizás eso responda tu pregunta de por qué los blogs oficialistas cubanos, solo tienen a sus familias y amigos como lectores fieles.
4. Tu arrojo te hará ganar inmediatos adeptos. Aplaudirán tu valentía para enfrentarte al régimen que desapruebas. Eso es hermoso. Pero cuidado: no creas que todos son aplausos sinceros. Muchos, son aplausos que solo llegarán cuando tus posts coincidan con sus propias visiones. Algunos pretendidos demócratas que te ovacionarán serán los mismos que no tardarán en lanzar aullidos de fuego en tu contra si alguna vez escribes, con la misma honestidad de siempre, pero contrario a puntos para ellos intocables. La lección es: recuerda que estás solo. Recuerda que debes obedecer a ti, a tus impulsos vitales. Y que los aplausos deberán interesarte menos cada vez.
5. Y como estás solo en lo conceptual, también lo estás en la práctica: no importa cuántas veces solicites apoyo financiero para sostener tu bitácora. No importa que miles de personas la tomen como referencia. En el instante en que alguno de esos miles de lectores tengan que firmar una contribución para tu trabajo, tendrás plena conciencia de tu quijotesca soledad. Fina ironía: los mismos que te exigen actualización, que te exigen determinados temas o enfoques, son los que, finalizada la lectura, se desentenderán de tu página aunque tú les digas que necesitas algún apoyo económico. La soledad del escritor y la del bloguero son carne de la misma carne.
6. Un punto interesante: jamás dudes que, a pesar de la soledad del punto anterior, encontrarás supuestos administradores de tu blog, censores, directores de tu política editorial. No importa que afirmes una y otra vez: este es mi espacio, aquí digo lo que digo, para eso lo fundé. No importa. Siempre llegará uno a decirte: “Yo creo que no debiste escribir sobre este tema, y sí sobre este otro”. Llegará otro a decirte: “Estás muy equivocado, quién te crees que eres para decir esto”. Y tú dudarás entre responderle que eres el autor de esa página, que no le pides permiso a un lector para escribir, como tampoco se lo pides a un gobierno; o responderle con tu silencio. Hay veces que es mejor el silencio. No gastes recursos defendiendo tu derecho a decir lo que te venga en ganas. Quienes a veces sí lo gastamos, nos damos cuenta que es un caso perdido: no comprenden que tu libertad de expresión, lo es de verdad.
7. La otra cara de la moneda, con la que deberás lidiar de lleno, es con los empleados del Poder. Los diligentes obreros de la web, que sí encuentran financiamiento por parte del gobierno dela Isla, y cuya única función será, en lo adelante, combatir tu espacio. ¿Cómo? Los medios son infinitos. Alístate para una guerra sin cuartel, y sin principios ni códigos de ética. Lo mismo colgarán comentarios de que eres un pederasta, de que tu hermana es lesbiana, que echarán a rodar rumores bien pensados: por ejemplo, que eres de la Seguridad del Estado. Esa es una táctica brillante contra la que no tienes nada que hacer: pocas cosas son más difíciles de probar, que la inocencia. Alístate para ver foto-montajes tuyos, para saber de amigos que hoy te rechazan por miedo, y para saber que muchas puertas en lo adelante se te habrán cerrado. Algunas, en sentido literal. Preguntarle si no a Claudia Cadelo desde cuándo no cruza las puertas del cine Chaplin. ¿Pero sabes qué? Hay algo contra lo que no tienen armas esos empleados del Poder: contra tu voluntad de ser digno, tu voluntad de no callar. Eso les quitará el sueño a ellos, no a ti.
8. No te preguntes cómo, porque a veces no lo entenderás, pero ten la seguridad de que las personas que te rodean, aun las que no conoces, leerán tu blog. Los fenómenos exóticos llaman la atención. Y un blog sin miedo en un país de muchos cobardes es un fenómeno exótico. Cuando pienses que sólo escribirás para el mundo, ten conciencia de que tu vecino, aunque no te lo diga por precaución, lee e imprime tus textos. Y secretamente, te admira.
9. Paciencia con la estupidez humana. Si aceptas que otras personas, tus seguidores, comenten sus opiniones bajo tu escrito, deberás armarte de una coraza sólida contra insultos y tonterías. Si no tienes madera para lidiar con esto, mejor desactiva la opción de comentar. La cosa es simple: enviarlos a la papelera si son obscenos y ofensivos, o aprobarlos si son encendidos pero respetuosos. Como estás solo en esto, no hay que consultar o aprobar con votos a favor y votos en contra. Tu blog es tu democracia, y no olvides que si tú lo padeces, tú lo decides.
10. Pregúntate, como Rilke a los poetas, si podrías vivir sin escribir tu blog. Si la respuesta es sí, ni te tomes el trabajo de comenzarlo. Lo abandonarás en muy poco tiempo. Si la respuesta es no, si tu necesidad de expresión es irrefrenable, y si crees que en verdad tienes algo para decir, desentiéndete de los nueve puntos anteriores, y solo inscribe estas palabras en tu cabeza: no tendrás felicidad más completa que saberte consecuente contigo. Tu blog será un grito de libertad que escucharemos desde todos los lados del mar.