Decepcionado, indignado, cansado y asqueado

Publicado el 28 enero 2018 por Msnoferini

Quien mire mi perfil de wassap podrá leer, en ese pequeño espacio reservado para información, la siguiente frase: “permanentemente indignado con el poder”. A la vista de esta frase y si alguna vez habéis perdido algo de vuestro valioso tiempo en leer algo de lo que suelo escribir, donde los adjetivos decepcionado, indignado, cansado y asqueado son más que habituales en mis disertaciones o divagaciones es probable que lleve a muchos a ponerme la etiqueta de pesimista, o incluso a considerarme poco menos que un amargado crónico, pero simplemente es que ante la preocupante situación en la que se encuentra nuestro país y el mundo en general, las instituciones, y la poca voluntad de la ciudadanía en movilizarse, no considero que existan motivos para el optimismo.

Para empezar siento poco aprecio por la mayoría de esa casta a la que llamamos políticos, es más, quienes se dedican a la política de manera profesional me generan un profundo rechazo y no en pocos casos hasta asco. También, por exagerado que pueda parecer, considero que las cámaras de representación, esos órganos donde supuestamente reside la soberanía popular, son una auténtica tomadura de pelo, donde una banda de organizados charlatanes se permiten vivir muy bien haciendo ver que trabajan en beneficio de las gentes a las que supuestamente representan, algo que pocas veces sucede.

Tampoco confío demasiado en buena parte de mis conciudadanos. No acabo de entender la escasa voluntad de movilización del proletariado en defensa de sus derechos. No comprendo y no le encuentro justificación a que una parte importante de quienes se han visto principalmente damnificados por las políticas neoliberales de nuestro gobierno (pensiones, servicios públicos, derechos, etc.) nunca hayan movido el culo para tomar las calles y decir “basta”. Me horroriza que humildes trabajadores, gentes modestas y maltratados pensionistas sigan votando, como si de un síndrome de Estocolmo se tratara, a sus verdugos y carceleros.

Tal vez a algunas y algunos os puedan parecer muy duras o exageradas mis palabras y a buen seguro muchas y muchos de vosotros no las compartiréis, pero mis vivencias y experiencia personal así me lo hacen ver y sentir. Pero quizás sea mejor ilustrar con algún ejemplo vivido los motivos que me han llevado a este supuesto pesimismo catastrofista, el cual yo lo veo como una simple visión realista de nuestra situación.

Hace ya unos años por primera vez en mi vida entré a militar en un partido político. Como otras tantas personas me ilusioné con aquellos que decían que venían a hacer nueva política. Desgraciadamente las buenas intenciones de unos chocaban con los intereses de otros, lo cual sumado a un buen número de errores y a la poca o nula capacidad o tal vez voluntad de reconducir la situación impidió que esa supuesta herramienta pudiera funcionar todo lo bien que el difícil momento en el que nos encontrábamos requería. Y es por todo ello que con gran decepción muchas y muchos abandonamos la militancia.

Al margen de esa militancia política ya expuesta nunca perdí el hábito de ayudar e involucrarme en causas sociales, en algunas de las cuales aún sigo, y es en estas causas o luchas donde mi visión para el optimismo ha vuelto a encontrarse con el duro muro de la realidad.

Participo y me considero parte de la Marea Pensionista y me toca mucho las narices que cuando hacemos un acto o concentración seamos cuatro gatos, y me molesta que teniendo ya una cierta edad siga siendo una de las persona más jóvenes de quienes estamos comprometidos con esta causa. Parece mentira que ante un problema de la gravedad del desmantelamiento del sistema público de pensiones, las consecuencias del cual las sufriremos principalmente todas y todos aquellos que aún no las cobramos, no lleve a una movilización generalizada de pensionistas y trabajadores. Tampoco entiendo que a estas alturas no se haya hecho u organizado una huelga general, pues sólo con la precarización del sistema de pensiones, la supresión de la cláusula de revalorización de las mismas y el vaciado de la caja de las pensiones hay motivos más que justificados para convocarla ya.

Otra de las causas a la que le dedico una pequeña parte de mi tiempo es a luchar contra la explotación laboral y contra todos aquellos empresarios que han dejado de ver a los trabajadores como seres humanos, para considerarlos meras herramientas sustituibles y prescindibles del proceso productivo. Me exaspera ver las consecuencias de esa estafa llamada crisis, de la famosa reforma laboral del 2012 y hasta que punto ha llegado la precarización laboral. Y es por todo ello y por mi sentimiento de clase, clase proletaria, que hace ya tiempo me involucré en la lucha contra lo que se ha convertido poco menos que en una nueva forma de esclavismo, el falso cooperativismo, formando parte de un maravilloso grupo de personas que bajo el nombre de “Càrnies en Lluita” luchamos contra quienes han degradado algo tan noble como es el cooperativismo asociativo para retorcerlo en beneficio propio a costa de explotar a miles de trabajadoras y trabajadores del próspero sector cárnico.

En la comarca donde resido el sector cárnico porcino es el principal sector productivo, dando trabajo a miles de personas y siendo uno de los motores de la economía local. Lamentablemente hace años que a alguien se le ocurrió la brillante idea de dejar de contratar a sus trabajadores, lo que les representaba la obligación de respetar un convenio colectivo y asumir el coste de sus cotizaciones, para en lugar de ello subrogarlos a través de falsas cooperativas, tras las cuales en no pocos casos se hallaban y hallan esos mismos empresarios.

Trabajadores, en su mayoría foráneos, mal remunerados, con una escasa protección social al estar encuadrados en el régimen de autónomos, con la obligación de asumir íntegramente el pago de su cotización, sin derecho a vacaciones, pagas y horas extras, sin planes de prevención de riesgos laborales, sin derecho a despido o desempleo y que casi nunca han tenido voz y voto en la forma de gestionar la cooperativa, ya que esa función la ejercían los verdaderos propietarios o el consejo rector. Y si todo lo expuesto fuera poco no olvidemos la dureza de estarse de 8 a 10 horas haciendo un trabajo muy, muy duro y en la mayoría de casos a temperaturas muy bajas.

Ante esta lacra del falso cooperativismo -donde el sector cárnico no es el único afectado-, en la que administraciones (como podría ser la Inspección de Trabajo) y nuestros bien amados representantes en las instituciones poco o nada habían hecho para evitarlo, se consiguió como mínimo que el pasado 28 de marzo de 2017 el Parlament de Catalunya aprobase una modificación de la ley catalana de cooperativas que como mínimo iba a obligar a aquellas cooperativas de más de 25 trabajadores que su actividad era poco menos que la de hacer de ETTs (falsas cooperativas) a tener que reconocerles a sus trabajadoras y trabajadores los mismos derechos que pudieran tener reconocidos por convenio los trabajadores del sector para el que fueran subrogados. Una iniciativa que a algunos no nos gustaba del todo al entender que en cierta manera con este parche se seguiría consintiendo el falso cooperativismo, pero la cual aceptábamos como un mal menor confiando en que a corto o medio plazo pudiera representar una mejora real para decenas de miles de trabajadores; pues no olvidemos que el falso cooperativismo no es exclusivo del sector cárnico ya que lo podemos encontrar en sectores tan diversos como podrían ser el del transporte o en el de las camareras de piso (kellys). Desgraciadamente una vez más la dura realidad nos ha demostrado que la aprobación de ciertas leyes sin voluntad de desarrollarlas y sin control alguno de poco sirven, y tras diez meses de la aprobación de la ley de cooperativas pocas, muy pocas, la están cumpliendo y sólo sabemos de un caso en el sector cárnico donde la Inspección de Trabajo ha levantado por ello acta de infracción contra una de estas empresas. Lo que me vuelve a demostrar la poca voluntad de esas y esos que se hacen llamar nuestros representantes y que al final acaban dando la espalda a quienes les votaron y al conjunto de los ciudadanos a los que deberían representar, o acaban convirtiéndose en simples títeres del sistema.

Al final, desafortunadamente, el tiempo nos acaba evidenciando que a todos los partidos, a sus dirigentes y representantes les es muy fácil prometer y llevar iniciativas sociales a los parlamentos, pero el controlar que se apliquen procurando mantener el contacto con quienes deberían verse beneficiados por ellas, así como seguir con los mismos principios y luchas que decían defender cuando acaban haciéndose con el poder de cambiar las cosas eso ya es harina de otro costal, y el ejemplo más claro lo tenemos en el decepcionante partido griego Syriza, ahora que justamente se cumplen tres años de su primera victoria en una elecciones.

MSNoferini