El texto, de tres folios, ni incluye cifras de reducción de emisiones -todos los países se comprometen a presentarlas el 1 de febrero de 2010- y no incluye el concepto "verificación" de emisiones, que tanto molestaba a China. En su lugar, la transparencia que era clave queda como que habrá un sistema "internacional de análisis y consultas" que queda por definir.
Tan vago era el resultado de una cumbre tan grande y con tantas expectativas que los presidentes que gestaron el acuerdo salieron cada uno por una puerta sin hacerse la foto de familia.
Con el pacto, los gigantes pretendieron salvar un trámite. 24 horas de negociaciones con jefes de Estado y Gobierno no dieron para más. Y como nadie quería aparecer como el que rompió el acuerdo, los negociadores optaron por ir rebajándolo hasta cerca del suelo.
El texto sí mantiene el objetivo de que la temperatura no suba más de dos grados centígrados para evitar "una interferencia peligrosa" con el clima. Pero sólo dice que las emisiones deberán tocar techo "lo antes posible" -al principio de la cumbre el objetivo era fijarlo en 2020- y no fija objetivos para 2050.
El embajador brasileño de cambio climático, Sergio Serra, explicó que el acuerdo se cocinó en una reunión convocada a media tarde por el primer ministro chino Wen Jiabao. Primero acudieron Lula y los presidentes de India y Sudáfrica, los cuatro grandes emergentes y una hora después apareció Obama. Una vez acordado, el presidente de EEUU fue "a comunicárselo a los europeos", según Serra.
"Ningún país está del todo satisfecho pero es un paso significativo e histórico", dijo un portavoz de la Casa Blanca. El acuerdo "no es suficiente para combatir la amenaza del cambio climático pero es un importante primer paso".