26.04.2015 23:47
Me detuve y le pregunté a la diosa fortuna si estaba muy lejos la siguiente piedra. Me respondió que no había más piedras que con las que yo cargaba. Miré atrás y allí estaban todas, apiladas. Eran tantas. Y no había visto ninguna.
Seguí caminado, con tesón, con más fuerza, y vi una nueva piedra, grande, muy grande. No me paré. Recordé lo que me dijo la diosa fortuna, que no eran más que mis ofuscaciones, tinieblas dentro de mi cabeza. Y entonces me volví a caer. Y volví a llorar.
¿Ahora me pregunto por qué sigo batallando? Ya no tengo nada que perder ni que ganar. Camino sin ser quien era. Diferente. No sé si para mejor o para peor. Sólo sé que sigo siendo, pero de otra forma.
Y sigo caminando, y sigo recopilando decepciones que ya no me caben en mis adentros, y que piden ayuda en forma de lágrimas, que son las esperanzas que me quedan. Chillan porque no hay nada más. Chillan porque quieren salir.
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