Cuando el bueno de Francisco se enteró de esta circunstancia dijo a sus colaboradores: Díganle que me fui a Tristán de Acuña y que estaré allí orando durante 40 días y 40 noches.
Ya en Cuba y no pudiendo eludir su presencia, tuvo que hacer de tripas corazón y encontrarse protocolarmente con la doña a quien estrechó su mano de manera cordial. Pero después de terminada la ceremonia, y antes de continuar con su visita a la isla de los hermanos Castro, el Papa antes de salir tomó sus recaudos: