Hace tiempo que tenía pensado escribir un post sobre este tema. Además una de las alumnas de MailCoaching me recordó que incluso había prometido grabar una visualización para conseguir desarrollar e integrar la asertividad (y lo tengo pendiente, espero poder hacerlo más pronto que tarde).
Curiosamente en estos últimos días me he encontrado en redes sociales con vídeos muy buenos y algún post muy interesante sobre la tan frecuente pregunta de no saber decir no.
Lo confieso: siempre me ha costado decir no
A veces me pregunto si evito tanto el tema es porque en realidad soy la primera que no quiere abordarlo.
Sí, lo reconozco públicamente: me cuesta decir no a las personas, especialmente a gente cercana, gente que me importa de verdad. Especialmente a mi familia. Y sin embargo, a veces no me queda más remedio que hacerlo, por mí, por ellos, porque sólo así aprendo a respetarme y enseño a los demás a respetar mis propios límites.
Como el 9 que soy en el eneagrama (aunque no te lo expongo a modo de excusa), resulta que el conflicto es lo que más temo, es lo que más rehuyo. Siempre tuve dudas en cuanto a mi eneatipo: ¿soy un 2 el ayudador que busca desesperadamente la aprobación y el cariño de los demás o un 9, el mediador pacífico y zen, quien rehuye conflictos a toda costa?
Ahora lo tengo claro: me asusta terriblemente enfrentarme al conflicto, a que la gente se enfade conmigo, más que el hecho de que me quieran más o menos. Mi principal motivación y miedo no es tanto que no me quiera todo el mundo (es más, he convivido con el desamor durante muchos años y hasta he aprendido a tomarlo como algo habitual, lo cual tampoco es positivo), sino que la gente me considere mala persona y se enfade conmigo por eso.
Ahí está mi pregunta primaria que ya he logrado sustituir por otra mucho más provechosa.
La chica que quería parecer buena
Volvamos al no. A la culpa, al miedo al conflicto, al rechazo, a la crítica... Para ser asertivos, decir no y poner límites a los demás es esencial.
Las personas que solemos decir sí a todos, solemos ser considerados buenas personas, agradables, ayudadores, cercanos...
Pero sinceramente: ¿de qué nos vale ser buenos? Lo digo en serio. Si ya somos buenos en exceso, ¿seguir demostrando al mundo lo buenos que somos para que nos quieran, nos aprueben, nos den el ok?
¿Quién tiene que aprobarte? ¿Quién tiene derecho de decidir si eres buena persona o no? Solamente tú, solamente tú. No puedes otorgarle este poder a nadie, ni siquiera a tus seres más queridos. Dejar ese inmenso poder en manos de otras personas es vivir pendiente de los demás, dejar de vivir tu propia vida.
¿Y sabes qué? A veces es fácil, muy fácil, demasiado fácil dejar la responsabilidad de tu felicidad en manos de otros, porque así no te enfrentas a ti mismo: a tus problemas reales, a tus miedos, a tu propósito de vida.
Pero así tampoco estarás viviendo tu propia vida, como me pasó a mí durante demasiados años. Gracias a Dios reaccioné, aunque me costó lo mío, y de hecho, a día de hoy, sigo enfrentándome a mis fantasmas del pasado, y me persigue la culpa cuando digo que no, cuando expreso mi derecho asertivo de ser yo misma, de elegir lo que hago, de no renunciar a mi tiempo, a mis necesidades, mis prioridades.
¿Decir no es ser egoísta? Entonces te invito a que lo seas, porque precisamente las personas que siempre estamos ahí para todos debemos, tenemos la obligación de ser un poquito más egoístas. Porque créeme, un poco de egoísmo en nuestra vida sí que necesitamos.
A continuación te invito a ver el vídeo en el que te comparto desde mi propia experiencia y mi formación como coach las claves para aprender a decir no.
5 claves de coaching para decir no sin sentirte culpable
vídeo
Resumen del vídeo: 5 pasos para decir no sin sentirte culpable
Si has visto el vídeo, a continuación te resumo los 5 pasos para que pongas en práctica la asertividad:
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Valores y significados asociados al no. ¿Qué es para ti el no? Seguramente algo negativo. Por ejemplo: rechazo, dolor, exclusión. Si asocias algo tan negativo al NO, cada vez que lo pronuncies, creerás que estás generando al otro dolor, que le rechazas o excluyes. Es importante que cambies tu significado del no y veas que el no es simplemente una forma de expresar tus necesidades, el no significa respetarte y valorar tu tiempo y tus prioridades.
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Detectamos la creencia: primero debes descubrir cuál es exactamente. Busca varias creencias y elige las más poderosas: "decir no me convierte en egoísta", "decir sí a los demás es de responsables", "decir no es ser rebelde, mala persona"...
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Anota los beneficios de esta creencia: ser buenos, obedecer, caer bien a la gente, responsables, leales...
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Anota cómo te ha afectado negativamente esta creencia: no pensar en mí, ponerme en segundo o en último lugar, baja autoestima, falta de propósito en la vida...
Reencuadrar / confrontar la creencia. ¿A quién le estás diciendo no cuando a los demás les dices sí? A ti misma. Estás violando tus propios valores de autoestima, respeto, tu tiempo, tus necesidades... no son los demás quienes te deben hacer sentir tus valores, sino tú misma. Responde con sinceridad:
- ¿Acaso los otros son más importantes que tú?
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¿Qué es lo peor que puede pasarte? ¿Qué pasa si no te aceptan o te rechazan cuando has dicho que no? Si te quieren de verdad, no pasa nada. Si te quieren solo porque les haces cosas, no es amor ni amistad verdadera.
Cambio de creencia sobre el no: crea una nueva creencia que anule la anterior. Te pongo algunos ejemplos que puedes utilizar:
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No tengo que justificarme ante nadie cuando digo que no
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Decir no es hacerme caso a mí mismo a mi intuición
- Decir no es decirme sí a mí misma
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Decir no a los demás cuando mi cuerpo lo pide es ser coherente conmigo mismo
Practicar e integrar la nueva creencia. Recuerda que la práctica es la clave para cualquier cambio en tu vida. Aquí te comparto algunas ideas personales que me ayudan a integrar las nuevas creencias acerca del no:
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Respiración, pausa, pedir tiempo para pensar
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En momentos de dudas ve más a por el No que a por el Sí
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Repete las nuevas creencias a modo de afirmaciones cada día
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Visualiza la situación de conflicto: lugar, conversación, colores, sonidos, emociones tuyas y las del otro
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Respira, observa la situación en 3ª posición, como si te observaras a ti mismo en la escena: cómo respiras, cómo miras, cómo gesticulas
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Escucha a tu cuerpo: tomamos las decisiones desde el miedo o el amor. Cuando dices sí al otro desde el miedo, estás yendo en contra de ti mismo. Cuando dices no desde el amor a ti mismo, estás siendo coherente contigo.
10 ideas bien claras para que te enamores del no
Aquí te comparto algunas ideas transformadoras, algunas incómodas o inesperadas, que te ayudarán a ver el no de otra manera.
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Decir sí es fácil cuando no tienes nada mejor que hacer. Las personas que siempre están pendientes de los demás, suelen olvidarse de sí mismas. En realidad lo que les ocurre es que les falta un propósito propio. Es decir, saber qué quiero de la vida. Me pasó durante mucho tiempo y nunca encontraba tiempo para mí, me sentía culpable si gastaba en mí o hacía algo por mí en vez de por los demás, como lo cuento en este vídeo: ¿Por qué me siento poco merecedora?
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No te engañes: tú también ganas cuando dices sí a todo. Es importante también que conozcas el beneficio secundario de decir sí siempre. Este punto es el mejor de todos. Porque a veces nos quejamos de que son los demás quienes se aprovechan de nosotros... ellos son los malos, los tóxicos, los listos, los desagradecidos. ¿Pero quién es el que en realidad dice la palabra sí? Yo. Siempre yo. Yo soy el denominador común.
¿Qué beneficio secundario puede haber en el hecho de decir sí a los demás a expensas de tus propias necesidades? Satisfacción de tus necesidades primarias:
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seguridad: me siento seguro diciendo que sí, porque es lo que llevo haciendo toda mi vida, porque así es como obtengo tranquilidad... y no me enfrento a un posible conflicto.
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amor / conexión: este suele ser el beneficio más habitual. Es decir, obtengo cariño de otros diciendo que sí. ¿Pero es verdadero cariño o es un cariño interesado?
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importancia: cuando digo sí a la gente y estoy siempre a su disposición, me vuelvo incluso indispensable para ellos, porque sin mí no podrían hacer esto o lo otro y esa actitud me hace sentir más importante 😉
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Chantaje emocional: ¿de verdad no conoces cómo funciona? Si hasta los niños lo saben, grandes especialistas en el chantaje emocional, ¿cómo es posible que siendo adultos nos dejemos llevar tan fácilmente por este viejo truco que todos de sobra conocemos? Ya lo sabes: esas personas que están acostumbradas a que siempre estemos ahí para ellas, nos reprocharán nuestra actitud. Se enfadarán, dejarán de hablarnos, nos guardarán rencor, incluso podrán herirnos.
Es importante verlo como lo que es: un chantaje emocional, una manera de manipularte para conseguir lo que quieren que hagas. Aquí es importante resistir y generar un estado mental de tranquilidad, restándole importancia (recuerda, es un juego de niños) por ejemplo, a través de afirmaciones positivas, diciéndote que haces bien al decir no, que estás ejerciendo tu derecho asertivo.
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Culpa tóxica. Eso lo leí el otro día y me encantó. Quiere decir que hay dos tipos de culpas: la sana y la tóxica. La culpa es una emoción necesaria cuando hemos hecho algo mal y lo reconocemos. Podemos cambiar su nombre por responsabilidad, que me gusta mucho más. La función de sentirte culpable es arrepentirte y no volver a cometer eso en futuras ocasiones.
Pero cuando la culpa proviene del chantaje emocional o cuando se instala de forma permanente en tu vida, entonces comienza a afectar a tu identidad y se convierte en tóxica, pues se extiende a otras áreas de tu vida, daña tu autoestima, te genera múltiples conflictos internos, te produce otras emociones negativas, etc. Por eso es importante que reconozcas qué tipo de culpa estás sintiendo: ¿sana o tóxica? Si es tóxica, ármate con tus afirmaciones y creencias nuevas para combatir el diálogo interno que alimenta la culpa tóxica.
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Tu cuerpo sabe más que tu mente. La mayoría vivimos pendientes de nuestra razón, de encontrar excusas y poner en palabras lo que sentimos, necesitamos, decimos, etc. Pero muchas veces, en realidad, siempre, nuestro cuerpo nos habla. Se trata del corazón, intuición o alma. Algo dentro nos dice: esto sí, esto no. Es una emoción, una sensación, una corazonada. Muchas veces no sabemos por qué sentimos eso, pero si algo en ti te dice que es mejor decir no, escucha a tu corazón y di que no. Después probablemente te darás cuenta de por qué sentías la necesidad de decir no en este caso concreto.
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Por favor, deja de justificarte ni te inventes excusas. Cuando dices no, no tienes por qué justificarte. Es verdad que en ocasiones no te queda más remedio que hacerlo, pero muchas veces no es necesario. Simplemente tiene que ver con que tienes otras cosas que hacer.
No hagas como yo que a veces pongo cara entre culpa y pena al pronunciar en voz baja que no puedo asistir a ese evento maravilloso al que acaban de invitarme. O me invento excusas simplemente porque no me apetece ir. Bueno, hace bastante que no lo hago, pero antes lo hacía con bastante frecuencia (espero que no dejes de seguirme por ser demasiado franca en este aspecto).
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Acepta el coste de decir no. Como ves, tú puedes ponerlo todo de tu parte pero la otra persona puede no estar de acuerdo contigo. Puede dejar de hablarte, enfadarte contigo, increparte, incluso sorprenderse diciendo: ¿pero qué te está pasando? Recuerda que aquí es importante reconocer esa actitud como chantaje emocional. Tú has cambiado pero no puedes cambiar al otro. Sólo cambiando tú con el tiempo estarás reeducando al otro a tratarte de otra manera.
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Visualízate diciendo que no. Visualizar puede ayudarte a prepararte para estas situaciones en las que te toque decir no. Ponte en situaciones futuras o, mejor aún, en situaciones pasadas en las que no has sabido o te ha costado decir no. Presta atención a todos los detalles: tu ropa, el lugar en el que estabas o estarías en un futuro, el mobiliario o el paisaje a tu alrededor, las voces que oyes tanto dentro como fuera, sonidos externos, la voz de la otra persona...
Visualiza al otro tanto físicamente frente a ti como a distancia (por ejemplo, si es una conversación telefónica). Observa su mirada, lo que lleva, el lugar que ocupa en el espacio. Y presta la atención a la conversación que mantienes con el otro: su tono, sus frases, su velocidad...
Respira. No olvides respirar porque es vital tranquilizar tu mente, tu diálogo interior. Y ahora siente: ¿quieres decir sí o decir no? ¿Qué es lo que realmente quieres? ¿Qué te pide tu cuerpo?
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Practicar, practicar y practicar. Nadie nace sabiendo. Recuerda que la práctica es esencial cuando decides desarrollar tu asertividad. Al principio te sentirás rara, incómoda, culpable... Reconoce todas esas sensaciones y acéptalas, porque es parte de tu proceso de sanación.
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El no como proceso de sanación. Tienes que ver el hecho de decir no como algo que necesitas para sanar, como un proceso terapéutico para respetarte más, valorarte, encontrar tiempo para ti, descansar, darte un lugar en tu vida, ponerte antes que a los demás. Así es: tú antes que los demás. Aunque me puedas decir que esto es egoísta, precisamente tú necesitas actuar así.
Los clientes que ignoraron mis emails
Por último, aunque parezca que este post es un poco duro (y créeme que soy la primera destinataria del post, recuerda que mi blog es un espacio también para mi aprendizaje y crecimiento propio), voy a compartirte las consecuencias negativas de no ser capaz de decir no a tiempo.
¿Sabías que las personas que temen decir no, pueden resultar poco fiables o incoherentes? Me ha pasado precisamente con un par de clientes a los que había ofrecido sesiones gratuitas, que habían quedado en darme una respuesta para empezar a trabajar conmigo en un proceso de coaching. Pasaban los días y no había respuesta de su parte. Pero lo sorprendente no era eso (al fin y al cabo todos somos humanos y se nos olvidan las cosas), sino el hecho de que cuando yo amablemente les escribí preguntando si ya habían tomado la decisión, ni siquiera hicieron el esfuerzo de contestarme.
Pero si te cuento esto no es para juzgarles, sino para hacerte ver que cuando temes decir no al otro, puedes parecer una persona poco coherente y puede sufrir tu credibilidad. Sin ir más lejos, yo también actué alguna vez así en el pasado. Tenía tantísimo miedo a decir no al otro que simplemente desaparecía, no contestaba emails, no me sentía con valor suficiente para afrontar una situación que me incomodaba, escondiéndome de la verdad.
El poder del no y la Ley del Espejo
Si te has sentido reflejada en esto, sólo puedo decirte una cosa: tu mayor aprendizaje en estos momentos es aprender a valorarte y a respetarte tú misma, y así estarás también valorando y respetando a los demás (lo que no equivale a decirles sí siempre, sino muchas veces todo lo contrario). ¿Y sabes lo mejor de todo esto? Que precisamente por decirles no y demostrarles que tú te valoras, los demás también te valorarán y te respetarán.
Y es que la forma en la que tú te tratas a ti misma, es como los demás van a tratarte. Porque todas nuestras relaciones, como lo cuenta en todos sus vídeos Covadonga Pérez-Lozana, a la que descubrí hace poco y sigo con gran interés desde entonces, todas nuestras relaciones, especialmente las más cercanas o las más largas (familiares, de pareja, amigos íntimos) no son más que nuestro espejo. Nos enseñan donde está nuestro miedo para que ahí pongamos amor.
Y ya sabes que hemos venido a este mundo para aprender, crecer y evolucionar... y qué mejor forma de hacerlo que reconociendo nuestras debilidades y convirtiéndolas en oportunidades, ¿verdad?
Si te has sentido identificada con este post, me encantaría que lo compartieras en los comentarios. Yo siempre me pongo de ejemplo, porque sigo teniendo muchísimo que aprender y creo que mi experiencia es tan válida como la de todos vosotros. Un abrazo enorme y gracias por leerme siempre. Recuerda que si este post te ha gustado o crees que es interesante, te agradecería muchísimo que lo compartieras en las redes sociales. Así ayudas a otras personas a crecer y contribuyes con tu granito de arena a un mundo cada vez más consciente. ¡Gracias!