La narradora del libro, que adopta el muy literario nombre de Beatriz, nos cuenta lo que ve en el jardín de estatuas sin ojos, un espacio donde no hay tiempo, ni tampoco espacio, y donde algunas de las más importantes voces literarias de la historia coexisten para tratar el “desfallecimiento de la palabra”. Desde allí, la narradora va robando pedazos de libros (textos, frases, citas) que le sirven para componer su narración. Beatriz nos presenta a Lord Chandos, personaje de Hugo von Hofmansthal que ha dejado de escribir porque el lenguaje le resulta insuficiente para expresarse. El leit motiv de este libro que se mueve entre lo filosófico y lo poético es, por lo tanto, la negación de la escritura.
Articulado en torno a la figura de Lord Chandos y sus reflexiones desde el jardín de estatuas sin ojos, la narradora da voz también a todos aquellos escritores del No que se han expresado al respecto de su incapacidad para escribir. Por el espacio aleph del jardín desfilan, entre otros, Kafka, Flaubert, Duras, Dickinson, Vila-Matas, Piglia o Virginia Woolf, creando una coral de voces, canalizadas y filtradas por la narradora, que nos permite reflexionar sobre la literatura y sus márgenes de tinta y papel.
Decir noche es una novela que rompe los géneros para situarse, con personalidad, en un estrato de erudición elevado del que el lector no puede salir más que reforzado.
“Recién levantados de su tiempo, son los exploradores del abismo del libro homónimo de Enrique Vila-Matas. Conocen al Lord y comparten su visión acerca de la ilegibilidad del mundo. Pero, lejos de angustiarse, indagan en las fisuras de la vida indecible. Saben que la realidad es bárbara y muda e intentan inspeccionarla moviéndose en sus límites. Viajan de lo inexplorado a lo desconocido y mantienen, por tanto, una relación desinhibida y directa con el vacío”.
Decir noche, de Elisa Rodríguez Court. Eutelequia, 2012.