Recomiendo leer el siguiente texto de las religiosas del Sagrado Corazón de Jesús que viven y trabajan en Venezuela sobre la situación que se vive en aquel país. Un punto de vista muy diferente del que diariamente nos trasladan la inmensa mayoría de los medios de comunicación.
“En Venezuela hay más colas para comprar barato que protestas”
A quienes quieran tener otra lectura de nuestra República Bolivariana de Venezuela
A quienes quieran ensanchar sus comprensiones del mundo
A quienes quieran mirar a América Latina desde, y con, lo que nos pasa a las y los venezolanos.
No hacen falta alas
para hacer un sueño
basta con las manos
basta con el pecho
basta con las piernas
y con el empeño.
Canción de Silvio Rodríguez
En los últimos días, varias compañeras y compañeros latinoamericanos nos han llamado para enterarse de nuestra situación, preocupados por las informaciones que les llegan sobre la falta de alimentos en el país. Agradecemos las llamadas de nuestra coordinación general en Roma por su cercanía y solidaridad.
Las noticias deben ser muy alarmantes. Por esa razón hacemos un relato general que diga desde nosotras, desde nuestros colectivos de trabajo, de militancia, reflexiones y amores, cuál es nuestra situación.
Confirmamos la falta de algunos insumos regulares que se convierten cotidianamente en la base de nuestra alimentación. Es decir: escasea el arroz, se complica conseguir un litro de aceite, la pasta aparece con mayor regularidad. Falta harina de maíz en las tiendas, pero no ha disminuido la venta de arepas y empanadas en las calles. Falta en las tiendas la harina de trigo, y por tanto el pan, pero ninguna panadería de nuestros barrios ha cerrado ni ha dejado de vender pan dulce, tortas y galletitas a muy altos precios. El pan que falta es el pan salado que está regulado a 50 bolívares (4,51€) y cuando se consigue está en 150, 200 o 350 bolívares. ¿Y la regulación de precios? ¡Es que no hay harina de trigo!
Sin embargo, no faltan vegetales en todo su esplendor y variedad, ni falta ningún tipo de proteínas en sus distintas versiones de aves, carnes, y pescados a un precio diez veces mayor a lo que se podía comprar hace un año. Lo mismo pasa con el fresco queso, el jamón y demás variedades de embutidos que no han faltado nunca, aunque, claro, a muy altos costos…. ¿Y la regulación de precios? Fallo gubernamental o imposibilidad de sancionar porque quien hizo la ley, hizo la trampa.
Están desaparecidas las medicinas esenciales para mantener cualquier tratamiento regular de presión, circulación o cancerígeno. Es mucho lo que se tiene que preguntar, negociar o buscar para lograr cualquier medicina esencial. Los insumos de limpieza casera o aseo personal se han encarecido el mil por ciento en comparación al año pasado.
¿Y el adorable café? Impagable si se consigue. 250 gramos contrabandeado en 800 bolívares, casi dos dólares a precio oficial, o menos de un dólar en el mercado paralelo. ¿Cuánto cuestan 250 gramos de café en cualquier parte del mundo?
La leche en polvo está desaparecida y la leche líquida aparece al costo de 500 bolívares, cuando hace un año no pasaba de 25. Un dólar a precio oficial costaba hace un año 10 bolívares, hoy 420. Y la venta paralela que eleva nuestros niveles de costo de cualquier producto es de 1.000 bolívares.
Para intuir la complejidad de lo que pasa en este gran país nuestro, hay que saber esos mínimos datos de mercado. El sistema financiero ha buscado todas las formas de saltarse el control cambiario de divisas que hemos tenido por 15 años, y el control de precios de alimentos básicos. La industria encontró las grietas de estos controles por los cuales hemos podido todos los venezolanos tener acceso a alimentación regulada, y por supuesto, estabilidad emocional de mantener una familia e invertir ingresos en recreación, arte o vacaciones. Hoy es un descontrol de precios, de no producción, y acaparamiento de lo poco producido, para “sacarlo” cuando al dueño de tienda le dé la gana.
Pobre Venezuela, ¿verdad? ¿Cómo es posible que pase esto en este país tan rico? ¿Qué hace el gobierno? “Ese Maduro es un inútil”, dicen unos cuantos pobladores y gobernantes de otros países, que reclaman el respeto que no dan. Hasta Google nos dedicó una icónica foto, tomada en Nueva York en 2011, de una tienda con anaqueles vacíos que supuestamente explicaba por sí sola el desabastecimiento en Venezuela en el 2013, antes de que llegara esta crisis. Pobre, ¿engañaron a Google? ¿O Google engañó al mundo entero? La manipulación mediática existe. Nadie se disculpa con este país por promover medias verdades y la vida sigue como si nada….
Recordemos que hace 20 años todo eso que hoy falta estaba fácilmente en los anaqueles, pero la mayoría de las y los venezolanos no lo podíamos comprar porque no teníamos el dinero ni la seguridad laboral que hoy tenemos con futuro incierto. La escasez en este maravilloso país no es producida por este gobierno, ni por ningún gobierno de antes ni de los que vendrán después. Es producida por una industria capitalista, burguesa, manipuladora en sus precios y ganancias, empecinada en tumbar este gobierno legítimamente elegido con los métodos electorales reconocidos en el mundo entero. Hay gente gobernando en algunos países del mundo que no ha sido elegida por sus pueblos. No es nuestro caso. Y aunque no gusten a algunos, los resultados de las elecciones son legítimos. Si no nos gustan los resultados cambiemos el mecanismo, las formas organizativas de elección, cambiemos el sistema. Pero no injuriemos al elegido.
Se cuestiona la gestión de Maduro, pero no se cuestiona la manipulación de la industria, el acaparamiento de alimentos en grandes almacenes de esa misma industria, la disminución en la producción para hastiar al grueso pueblo que ha sostenido la dignidad de este gobierno. No se cuestiona la dictadura financiera que nos somete a las y los venezolanos a estar en las amenazas del hambre todos los días, en las incertidumbres de las medicinas todas las semanas, en el desasosiego de que llegue el día en que las seguridades salariales que nos dejó el presidente Chávez ya no sean suficientes este mes para enfrentar al monstruo empresarial. Porque es una dictadura financiera la que vivimos, es un golpe industrial que sostenidamente no produce suficiente porque no quiere, porque su deseo es ver derrotados a las y los chavistas que osamos creernos personas con futuro, porque les duele que el gobierno haya producido educación, autoestima, sentido patrio, sistemas de salud gratuitos, derechos laborales, salariales y sociales. Este gobierno produjo la mayor cantidad de dignidad y sentido de vida para las mayorías pobres de este país, y eso no se olvida fácilmente. ¿Será por eso que hay más colas para comprar barato donde se puede que protestas?
Las empresas y las tiendas han preferido jugar con nosotras y nosotros. Producen la mitad para ponernos a pelear en la búsqueda del insumo que algún otro se quedará sin él.
En una cola de 300 personas venden obligadamente paquetes de pasta dental de seis unidades, y cuando faltan 50 personas en la cola, dicen que se acabó el dentífrico. Si se hubiera vendido un tubo de pasta por persona, más de las 300 hubieran tenido. Pero no, es obligatorio comprar el paquete de 6… ¡se nos instiga a la pelea! Buscan matar los sentimientos de solidaridad, esperanza en el porvenir, y construcción colectiva que estaban en flor en esta Matria-patria nuestra.
Esa industria prefiere perder dinero con tal de ganar otra vez el gobierno, y con ello sus privilegios de estar en primera plana de periódico, volver a los teatros sin mezclarse con los pobres, ir a restaurantes exclusivos sin tener cerca de su mesa a cualquier obrero o empleaducho, cuyo sueldo les da para pagar, por lo menos una vez al mes, el mismo restaurante que ese dueño de empresa paga todos los días.
Lo poco que producen las empresas gubernamentales es lo que se vende a bajo costo, con precios regulados desde hace cinco años. La mayoría hoy hace grandes colas para acceder a ellos en justicia y empecinada defensa de esos bajos precios, como una forma de sostener este gobierno; al mismo tiempo también compramos a muy alto costo las carnes, los productos de limpieza, y las verduras que mágicamente suben cada día. Se cambian nuestras rutinas alimenticias, se come yuca en vez de arroz, aromáticas por café, y nos tomamos con curiosidad recetas alternativas para hacer arepas de plátano y hasta estamos sembrando en nuestros patios. Luces y sombras de resistir en diversas visiones y opciones de mundo, la complejidad de la vida misma, aquí o allá donde usted está leyendo.
Este noble pueblo aún no se ha puesto en la calle a manifestar por la falta de comida. ¿Por qué será? Tampoco la oposición lo hace. Protestan por sus presos políticos que en verdad son políticos presos, se concentran unos pocos por la búsqueda de amnistía, o la salida de Maduro. Pero no generan una gran concentración, una marcha contundente para protestar por la falta de alimentos e insumos médicos. Todavía a la oposición no se le ocurre aglutinar el sentimiento de cansancio de ambas tendencias político partidistas. Debe ser que todavía no es negocio…
Hay quienes no hemos dejado de comer en casa con la rutina de siempre. Hay quienes ya resienten la falta de alimentos, el dolor de la muerte ante la falta de un medicamento, el dinero disminuido a fin de mes. ¿Cómo valorar las mayorías y las minorías en las resistencias de modelos políticos, unos enquistados usando su poderío histórico; otros en alternativas y sin mayor experiencia de gobernar siendo señalados para descartarlos del imaginario mundial?
No pudieron tumbar al presidente Chávez las dos veces que pararon la industria en el 2002 y el 2003 porque el momento histórico de relaciones políticas y gobiernos alternativos en América Latina era otro. Se vivía el mejor tiempo de solidaridad e integración. Doce años de estrechas relaciones de intercambio comercial, de unión de fuerzas para evidenciar que otras formas de negociación e intercambio comercial eran posibles, más allá de los ámbitos mercantilistas y pagos de intereses. Esas relaciones nos salvaron de un golpe de Estado en aquel momento. Pero ya las condiciones relacionales gubernamentales en América Latina son otras y el golpe de Estado puede venir. El Gobierno norteamericano vaticina que Maduro no llega a diciembre. Ese gobierno norteamericano que nos considera una amenaza, como si nuestro gobierno les hubiera hecho daño, o hubiera invadido otros países como lo hacen ellos.
En estos 17 años de esplendor latinoamericano, las eternas élites que gobernaron nuestras tierras para enriquecerse y dejar a los pobres en su lugar de pobres tuvieron el tiempo suficiente para estudiar cada país, reorganizar sus fuerzas y arremeter hoy contra nosotros sin medida ni compasión. No nos perdonan que hayamos intentado querer tener nuestras propias formas de gobierno, de decir y hacer, desde América Latina, no desde la banca mundial ni desde la concepción europea colonialista. Las dignas dinastías de familias educadas en colegios y universidades católicas para gobernar (no se dice para oprimir) han pasado mucho tiempo sin hacerlo. Es esa la casta política que hoy destituye a Dilma Rousseff acusada de una corrupción no comprobada, pero es su palabra de mujer dirigente de un partido de trabajadores contra la palabra poderosa de empresarios con inmunidad parlamentaria.
No son los hechos los que más hablan de nuestros gobiernos de izquierda: la seguridad social, la estabilidad laboral, la educación en nuestros pueblos, sino los orígenes de clase, etnia y género de presidentes como Dilma, Evo, Chávez, o Maduro. Esos orígenes no son confiables para las familias de bien y clásica democracia mundial heredada de conquistadores. Esa casta, ese grupo acostumbrado al poder gubernamental no le ha podido ganar elecciones al Partido de los Trabajadores de Brasil ni al Partido Socialista de Venezuela. Sólo el legítimo agotamiento en una parte del chavismo ante esta situación nuestra le dio un Parlamento opositor a Venezuela. Esos grupos de poder, esas empresas, esos intereses financieros han aprovechado la crisis mundial de la economía, los errores de las dirigencias gubernamentales de la izquierda, el hastío que produce la manipulación de información en las poblaciones, y destruyen gobiernos legítimos. Luego de los acontecimientos en Brasil, es más cierta la probabilidad de golpe de Estado en Venezuela o destitución de Maduro por cualquier vía, hasta por el democrático mecanismo del referéndum, habiendo agotado a este pueblo con la falta de alimentos.
Antes de morir el presidente Chávez teníamos la mayor sensación de felicidad colectiva de nuestra historia. Nuestra tasa de desempleo, que en 1999 superaba el 12%, hoy se ubica en el 6,7%; nuestros niñas y niños van diariamente a las escuelas con morrales y útiles escolares dados por el Ministerio del poder popular para la educación; la pobreza extrema se redujo del 23,4% de la población a alrededor del 8%; casi dos millones de personas fueron alfabetizadas; la tasa de escolarización aumentó del 43% al 77% en la educación inicial, del 48% al 76% en la educación media, y se aumentó el número de universitarios del medio millón en el 99, a los más de dos millones y medio que tenemos hoy. El 83% de las personas de tercera edad, más de tres millones, han sido incluidas en el sistema de pensiones del Estado. Entre las nuevas pensionistas nos encontramos las religiosas del Sagrado Corazón de Venezuela, que hoy vivimos de nuestros sueldos remunerados, de la seguridad social y pensiones.
Más que la falta de algunos alimentos e insumos médicos y medicinas, nos preocupa la posibilidad muy cierta de que el triunfo en Venezuela de la industria capitalista, por cualquier medio, implique perder la mayor suma de seguridad social, salarial y educativa que jamás tuvimos. Nos vemos en el porvenir ante el espejo de los despidos masivos del nuevo Gobierno argentino, y en la eliminación del Ministerio de la Cultura del nuevo Gobierno de Brasil que debería ser provisional y ya gobierna como totalitario.
Ante las preocupaciones de las y los compañeros del mundo entero, les decimos que cada día es día de resistencia, preocupación y ocupación para sostener el tejido relacional solidario ante tanta exacerbación del individualismo, ante tanta especulación con el presente y tanto nerviosismo con el futuro. Cada día se necesita renovar esperanzas que resguarden la memoria de lo conquistado en justicia y dignidad, para evitar la tentación de volver la vista atrás y convertirnos en estatuas de sal. Necesitamos recuperar la confianza en la propia humanidad y en otras formas de poder construido colectivamente y a nuestro ritmo. Urge seguir reinventando la política y sus distintas formas de políticas públicas a favor de olvidados de la historia y vencidos de hoy por las industrias bélicas e informativas, que no perdedores en la búsqueda de otro mundo más justo y sororal.
Agradecemos la solidaridad y la disposición para oír distintas voces de nuestra realidad.
Hermanas del Sagrado Corazón en Venezuela. Caracas, 17 de mayo del 2016.