En cualquier caso, la creencia en la trascendencia y lo sobrenatural es algo que precede a las religiones, en forma de animalismo, magia o fetichismo que suponen una etapa previa a la creencia religiosa, y responde a una necesidad psicológica del ser humano que lo lleva a cuestionar su existencia. Lo relevante de las tres religiones monoteístas, que reconocen su origen en Abraham, es su expansión universal, debido principalmente a su relación con el poder político. El afianzamiento de estas religiones, que aún hoy siguen compitiendo y procurando ser más fuertes, no proviene de sus mensajes de paz y amor, sino de relaciones espurias con emperadores, reyes, guerreros y gobernantes, junto a los cuales supo utilizar la fe ingenua que mueve a los creyentes mediante la obediencia acérrima al clero y la sumisión a la doctrina de las jerarquías eclesiásticas y, cómo no, civiles. Todas las religiones han procurado la autoridad indiscutible de papas, rabinos, imanes o ayatolás sobre la sociedad y el poder civil de cada época. De ahí que ninguna de ellas sea partidaria de la consolidación de Estados laicos, aún sean escrupulosamente respetuosos con todos los credos, donde estén garantizados por ley la tolerancia, la libertad y el respeto a los Derechos Humanos. Son beligerantes sobre su poderío terrenal, aunque su reino no sea de este mundo.
Se trata, pues, de un libro que recomiendo enfáticamente a quienes cuestionan todo dogma y desconfían del irracionalismo, sea económico, político o religioso. Un libro que me ha enriquecido este verano.