A mí me sucede que a veces, en alguna habitación de la casa, también se instala una araña, suele ser un murgaño o segador, ese del cuerpo pequeñito y las patas superlargas. Cuando tengo uno colgado sobre la cama, pienso en si bajará o no, si lo aniquilo o lo dejo vivir, pero al final me quedo dormido entre tantas dudas. Cuando despierto ignoro si sigue allí o se ha ido de “fiesta”. En cambio si tuviera un león a los pies de la cama o un locutor de televisión dando la crónica negra y sangrienta, seguro que no podría pegar ojo.
En otras ocasiones, también en casa, algún siniestro arácnido se pasea por la cocina, suele ser mas gordito que el anterior y cuando estoy a punto de merendarme un dónut de panadería… ¡chas! aparece, y pienso si no será que estaba al acecho de tan suculento manjar. Me imagino un dónut allá colgado del techo y una araña chupándose los pedipalpos. Me imagino no, voy a hacerlo, voy a colgar un dónut de su tela de araña a ver como reacciona. Haré una foto y la pondré al pie de este texto para que me creáis. Luego llamaré a los de National Geographic por si les interesa. Hasta pronto.