Ahí viene el delantero, dispuesto a marcar el gol. Yo, el defensa, debo evitarlo. Si no lo consigo se llevará los aplausos, y si lo consigo también. Porque es el mejor. Su equipo se está jugando ganar el campeonato, y lo haría de forma muy merecida, según los entendidos. Sólo les falta un punto, y nosotros ya hemos perdido la categoría y jugamos sin muchas ganas. Los peores de todo el torneo, en eso también están de acuerdo los entendidos. No sé qué hago aquí, viendo cómo se acerca ese jugador exquisito al que, hasta hoy, sólo había visto por televisión. Es una historia larga: los centrales titulares de mi equipo están lesionados, y uno de los suplentes ha decidido irse de vacaciones antes de hora. Esto ha provocado que el entrenador no haya tenido más remedio que sacarme a mí a defender este empate que no nos sirve para nada, ni siquiera para salvar el honor. ¿Qué honor? Jugadores, aficionados y periodistas nos dan por imposibles. Se limitan a decir que somos malos, que no parecemos ni profesionales. Nuestros seguidores hace tiempo que nos dieron la espalda. La verdad es que somos pobres técnicamente y agresivos en lo físico, casi violentos. Hemos lesionado a algún jugador rival y somos el equipo con más tarjetas rojas del campeonato. Yo mismo he sido expulsado dos veces, y este el tercer partido que juego, así que con esas credenciales recibo a un delantero hábil en el mejor momento de su carrera. ¿Cómo evitar su jugada maestra? La he visto muchas veces: un quiebro de cintura hacia la izquierda, la pelota hacia la derecha y el defensa, desconcertado, no sabe cómo reaccionar. Sé que hoy lo volverá a intentar, y me engañará como engañó a otros. Me llena el deseo de pararle y que alguien en la grada me aplauda, pero es más probable que llegue tarde al balón y que mi pie impacte con su pierna. ¿Y si además de evitar el gol lesiono al delantero? Nadie me lo perdonaría. Hasta mis propios compañeros, así somos, me preguntarían de qué voy, por qué he hecho eso. Durante unos días la prensa deportiva mostraría una instantánea del momento del choque: estrella mundial sufre una brutal entrada por parte de defensa incompetente. Sería una situación lamentable, una injusticia histórica. Y también mi única oportunidad de salir en portada. No quiero hacerle daño. El defensa visita el hospital donde ha sido operado el delantero. Arrepentimiento público. A través de mi nobleza como ser humano podría llamar la atención de algún club importante. Porque puedo no ser un gran futbolista, pero creo ser una buena persona. ¿No debería ser eso suficiente? Pero no lo es. Hace falta algo más, algo que tienen jugadores como el delantero, quien, por cierto, ya está aquí. Así que corro hacia él, me concentro en la pelota y me lanzo con las dos piernas por delante.
Aléx José