Los últimos días no han sido fáciles, y preludian un año que tampoco será sencillo. La vida cambia y, sucede que a veces, nos quedamos mirándola, incapaces de reaccionar a tiempo. Es en estos momentos cuando la actitud de cada cual se vuelve el refugio o la perdición, según se mire. O según se quiera. O según se pueda.
Yo, desde hace días, no me quito de la cabeza la Defensa de la Alegría de Benedetti, y, dada la festividad de hoy, y dado que no tengo ganas de hacer listas como otros años, qué mejor post podría encontrar.
Defender la alegría como una trinchera defenderla del escándalo y la rutina de la miseria y los miserables de las ausencias transitorias y las definitivas defender la alegría como un principio defenderla del pasmo y las pesadillas de los neutrales y de los neutrones de las dulces infamias y los graves diagnósticos defender la alegría como una bandera defenderla del rayo y la melancolía de los ingenuos y de los canallas de la retórica y los paros cardiacos de las endemias y las academias defender la alegría como un destino defenderla del fuego y de los bomberos de los suicidas y los homicidas de las vacaciones y del agobio de la obligación de estar alegres defender la alegría como una certeza defenderla del óxido y la roña de la famosa pátina del tiempo del relente y del oportunismo de los proxenetas de la risa defender la alegría como un derecho defenderla de dios y del invierno de las mayúsculas y de la muerte de los apellidos y las lástimas del azar y también de la alegría.Feliz Navidad, people.