¿Defiendes tus derechos o estás a la defensiva?

Publicado el 08 diciembre 2017 por Carlosgu82

Seguramente, más de una vez, te has sentido atacado por algo que te han dicho o te han hecho, haciendo que reaccionaras de forma brusca. Eso nos ha pasado a todos alguna vez. De repente, sientes tus derechos amenazados, comentan algo que te parece injusto, o que crees que lo dicen por ti despectivamente, y respondes de forma impulsiva e incluso agresiva, como si saltases de repente porque te picara una abeja, es decir, sin pensar.

Puede también, que te encuentres con personas de esas que decimos, que tienen “mucho carácter”, porque reaccionan con mucho genio a la primera de cambio, o incluso, puede que tú seas una de las personas que te consideras así.

La cuestión aquí es pensar, si este tipo de reacciones ocurren de forma frecuente, y si aparecen hasta por cosas sin importancia. En ese caso, podremos decir, que no estamos defendiendo nuestros derechos, sino que continuamente, estamos a la defensiva.

Cuando nos ocurre ésto, realmente estamos actuando por impulsos, sacando a flote nuestra ira y empeorando la situación a la que nos enfrentamos, porque al final, normalmente el daño que se produce es mayor, tanto para la persona que recibe nuestra reacción desproporcionada, como para nosotros mismos, ya que, el malestar que sufrimos tras el enfrentamiento será bastante grande.

La persona asertiva

Fijándonos en el lado contrario, podríamos decir, que una persona que defiende sus derechos de forma asertiva, es alguien que reflexiona bien antes de actuar, por lo que, cuando recibe un comentario o un acto que le pueda molestar, piensa antes si realmente esa persona pretende dañarle o no, es decir, puede ver lo que ocurre con objetividad y responder correctamente ante esa situación. En ese caso, una persona asertiva podrá exponer sus derechos sin perder las formas y sin dañar los derechos de los demás. La persona asertiva podríamos decir que es alguien que cuida su autoestima, tiene buen conocimiento de si misma y trata de seguir aprendiendo cada día. Sabe bien lo que quiere y decide en base a ello, por lo que, sabe decir NO sin sentirse culpable, y decir SI, cuando realmente quiere decir SI. Sabe que puede equivocarse y que tiene derecho a ello, y actúa según sus instintos, sin esperar la aprobación de los demás. Es difícil llegar a ser una persona así, pero todos podemos tener como objetivo, acercarnos todo lo que podamos a tener una autoestima lo suficientemente elevada, como para poder defender nuestros derechos sin que nos tiemble el pulso, y sin perjudicar a otros con nuestras decisiones y actuaciones.

Pero… ¿Qué es lo que ocurre cuando estás a la defensiva?

La forma en la que reaccionemos ante los estímulos externos está muy relacionada con:

Nuestras creencias

Desde que nacemos, empezamos a vivir una serie de experiencias. Estas experiencias acumulan siempre una información de lo que hemos aprendido. Continuamente, vamos recibiendo mensajes de la gente que nos rodea, mensajes que pueden ser positivos o negativos. De estos mensajes, y de las experiencias vividas, hacemos una interpretación personal, que vamos acumulando en nuestro interior y van formando nuestra personalidad. Es como hiciésemos una conclusión final de cada acontecimiento que nos ocurre, y sobre esta conclusión actuásemos. Es decir, nos van creando un comportamiento concreto, unas reacciones concretas ante experiencias parecidas.

Si la experiencia que vivimos en el pasado fue negativa para nosotros, cuando nos aparezca una situación similar, que nos haga recordar la anterior, sacaremos a flote inconscientemente nuestra creencia sobre la misma, y actuaremos en base a ello. El problema es que si lo que habíamos vivido, nos dejó una conclusión distorsionada de la realidad, en esta nueva situación actuaremos en base a eso y reaccionaremos equivocadamente, dando una respuesta desproporcionada, y normalmente agresiva, que puede ser tanto verbal como física. Eso nos hará empeorar nuestras relaciones con la persona receptora, que no entenderá por qué reaccionamos de esta manera.

Nuestro nivel de autoestima

El tipo de creencias que vayamos acumulando a lo largo de la vida van a hacer que construyamos un cierto nivel de autoestima. Si la mayoría de los mensajes que fuimos recibiendo, los interpretamos en su día como negativos, nuestra autoestima irá cayendo por un precipicio imaginario, haciendo que muchas de las experiencias que tengamos, las interpretemos de forma distorsionada. Nos sentiremos atacados ante comentarios triviales, nos tomaremos las reacciones de los demás como si fuesen algo personal, y creeremos en muchos casos que lo que quieren es hacernos daño, o directamente, creeremos que no nos quieren. Puede que en alguna ocasión, esto ocurra de verdad, pero en muchas otras, será solo nuestra interpretación equivocada, la que nos haga saltar de forma agresiva hacia el otro.

Creeremos que estamos defendiendo nuestros derechos a capa y espada, pero, en realidad, lo que estamos haciendo, es sacar a flote nuestros miedos e inseguridades. Nuestro miedo al rechazo, a pensar que no nos quieren, a pensar que no tenemos valía para nosotros mismos y para los demás, es decir, expondremos todo lo que llevamos dentro acumulado, y que nos está haciendo daño continuamente.

El tiempo no lo cura todo

Cuando una persona está a la defensiva en todo momento, su susceptibilidad está “a flor de piel”, con “poco” actuará como un “mucho”. Tendrá reacciones desproporcionadas, que suelen ser de forma agresiva ante pequeños comentarios o pequeñas acciones ajenas, y sentirá que es un ataque en primera persona, aunque no lo sea.

Para poder revertir esta situación, es necesario enfrentarse a uno mismo. Posiblemente esa persona tenga mucho daño acumulado en su interior por todo lo vivido, y después de cada reacción desorbitada, en la que la emoción ha vencido a la razón, sentirá un tremendo malestar por no haber podido controlarse, malestar que irá aumentando con cada nueva explosión de ira incontrolada.

Solemos decir que el tiempo lo cura todo, pero no es cierto. El tiempo solo cura lo que uno enfrenta para aprender de la experiencia. No podemos pensar que lo que vivimos lo podemos olvidar, porque de cada cosa vivida queda una huella, que nos hace comportarnos de forma diferente en base a eso, por eso, es necesario enfrentarnos a lo que nos hizo daño, para ver que es lo que la vida nos quiere enseñar. Es necesario poder seguir avanzando y no estancarnos en nuestro dolor.

Todo lo que ha pasado por nuestra vida, sin que hayamos podido entender el mensaje de lo que nos quería decir la experiencia, es decir, sin que hayamos aprendido lo que teníamos que aprender de lo vivido, todo eso queda en nuestro interior, como agujas que se van clavando cada vez más, hasta que llegamos a un límite que no podemos controlar y nos desbordamos.

No es lo que nos pasa, sino como nos lo contamos

La solución no es fácil, pero si queremos mejorar nuestra vida y empezar a ver más objetividad en ella, tenemos que desenredar la maraña interna que tenemos acumulada, formando un gran desorden en nuestra mente. Es necesario ir viendo que mensajes hemos ido recibiendo a lo largo de nuestra vida, que nos han calado hondo y ver qué hemos interpretado de todo ello.

No se trata de machacarnos, sino de ver que es lo que aún tenemos sin resolver, que nos hace tanto daño. Necesitamos ver, que es lo que nos falta por aprender. Se trata de identificarlo para cambiar la perspectiva irreal por una más coherente. Se trata de empezar a contarnos lo que nos pasa de forma más positiva, de manera que nos permita vivir en paz con nosotros mismos y con los demás.

Empieza a moverte

Si ya has identificado que a veces por cualquier cosa reaccionas de forma desproporcionada, es evidente que algo te ocurre que te está haciendo daño. Es importante entonces que empieces a poner remedio, puesto que, a la larga, no solo te sentirás mejor contigo mismo, sino que tus relaciones personales también mejorarán. Piensa que tu círculo cercano, no entiende que es lo que te ocurre, y puede llegar el momento de tomar el camino fácil y alejarse de ti.

Aquí te dejo unas ideas para que puedas mejorar tu situación

Canaliza tu ira hacia algo, no hacia alguien

Cuando acumulamos mucha tensión, parece que nuestro cuerpo está dentro de una olla a presión a punto de reventar. Por eso, a veces es bueno quitar tensiones. Eso puede hacer que te sientas más tranquilo con los demás y no estés tan susceptible. Para ello, puedes por ejemplo golpear un cojín repetidas veces, hasta que notes que tu rabia va saliendo de ti, o golpear una pelota con fuerza contra una pared durante un rato. Puedes ir a correr por el monte o ir alguna vez a la semana a un gimnasio. Si estos métodos los combinas con ejercicios de respiración frecuentes, irás sintiendo menos tensión en tu cuerpo y en tu mente, por lo que te hará sentirte mejor.

Si identificas tus etiquetas, podrás quitártelas

En tus manos está mejorar tu vida. Empieza viendo las etiquetas con las que te identificas, y de donde vienen. Muchas de ellas provienen de nuestra infancia, de nuestro círculo familiar, nuestro colegio, amigos, vecinos… es decir, de nuestro círculo cercano. El problema de las etiquetas es que nos las creemos, y actuamos en consecuencia, por lo que, no somos capaces de ver otra perspectiva. Si cuando eramos niños, nos dijeron continuamente que eramos unos inútiles, difícilmente de mayores seremos capaces de enfrentarnos a cosas nuevas, por el simple miedo de pensar, que no sabremos hacerlas. Nuestra etiqueta nos estará marcando un camino de limitación, que no nos dejará ver nuestro potencial, y que nos frustrará cada vez más.

Aprende de tus experiencias negativas

Seguro que hay situaciones que te han marcado hasta tal punto, que ya no sientes que eres el mismo desde entonces. Puede que te hayan hecho daño y desde entonces seas más desconfiado, más introvertido, o más inflexible. No cabe duda de que de esas experiencias has aprendido, pero igual no era eso lo que tenías que aprender. Puede que hayas aprendido que no hay que fiarse de nadie, pero eso no es cierto. Puede que pienses que nadie merece tu confianza, pero lo único que haces con cerrarte en ti mismo es acumular más ira y mas odio interno, porque no todo el mundo es igual a la persona que te hizo daño.

Enfrentarse a lo que nos ocurre a veces no es fácil, pero es necesario si queremos obtener algo de paz interior. Si no te sientes capaz de enfrentarte tu solo, siempre puedes pedir ayuda profesional para que te haga ver una perspectiva nueva, más objetiva. Una perspectiva que te ayude a vivir mejor contigo mismo y con los demás. Merecerá la pena.