Tan preocupada parece La Fura dels Baus por innovar y sorprender que se han olvidado de lo esencial (llamadme antiguo): el texto y la interpretación de los actores. Aunque hay que reconocer, eso sí, que no hay tiempo para el aburrimiento... hay que estar muy atento para averiguar por cuál de las cuatro esquinas salen los actores, para recoger los aperitivos que se van ofreciendo al público y, sobre todo, andar con mil ojos para no ser atropellado por alguno de los aparatos móviles que conducen los actores. En realidad, miento: sí hay tiempo para aburrirse. Preparar tanta parafernalia lleva su tiempo y el ritmo de la obra se resiente. Y, hablando de aparatos móviles, sospecho que no es fácil para un actor meterse en el papel cuando tiene que estar más preocupado por no aplastar un pie a una señora del público. O a un crítico la cabeza.
Con tanto ajetreo, con tanto alimento rondando por encima de mi cabeza, tentándome, con
La Fura del Baus ha creado un estilo propio. Ha pasado mucha agua bajo el puente desde 1979. Su fama es merecida. Y buscan, en cada espectáculo, otra vuelta de tuerca más, algo que deje boquiabierto al respetable. Sin embargo, después de tantos años investigando desde la misma perspectiva de trabajo, creando el “lenguaje furero” (sic), el público ya no se puede sorprender. El verdadero reto sería montar una obra en un solo escenario, frente a un público sentado en sus butacas sin distracciones a su alrededor, sin necesidad de decorado, sólo con buenos actores y un mejor texto. ¿Serían capaces?
FRANK