DEGUSTANDO EL CALLEJÓN DEL GATO. Paso 5: La Fragua de Vulcano

Por Rodrigo Rodrigo Martin Antoranz


Tras sucumbir al cruce de caminos culinarios de la Taberna Espartana y Las Brasas, seguimos surcando los adoquines del callejón del Gato en busca y captura de buena materia prima, de ambientes auténticos y de viandas caseras que nos alegren el estómago y, ya puestos, la vida. Que de eso va esta degustación callejera.
A pocos pasos - si acaso-, llegamos ya a la esquina de Álvarez Gato con la calle Nuñez de Arce donde se erige esta suerte de "herrería" de la cocina, cuyo nombre, "La fragua de Vulcano", hace honor al óleo del maestro Velázquez.
Este lienzo cuenta el instante en el que Apolo, flamante dios del sol, fue al taller del herrero de los dioses del Olimpo, Vulcano, para notificarle que su esposa Venus le estaba siendo infiel con Marte, el dios de la guerra. En sus trazos se observa la reacción de Vulcano ante la noticia de "los cuernos", al tiempo que el hiperrealismo velazquiano recrea con extremada precisión los cuerpos de sus cíclopes míticos a los que el pintor les concede un segundo ojo...

Vista de la fachada de "La fragua de Vulcano", flanqueda por azulejos ornamentales numerados uno a uno...


Y nosotros, con ambos ojos bien abiertos, nos adentramos más allá de la representación pictórica, pues "La fragua de Vulcano" es, ante todo, una taberna de reunión, comandada por Miguel - que traza las pinceladas de todo lo que ahí acontece cada día - y donde fraguaremos una excelente vivencia, bañada en su sangría casera, en su vermú de grifo Zarro, en sus cañas perfectamente tiradas y siempre acompañadas de una generosa tapa casera (alitas de pollo, mejillones en salsa americana, tortilla de patata, taquitos de ibérico o unas buenas lentejas para entonar el estómago)

Tirando la caña con precisión casi quirúrgica...

Sirviendo sangría casera para iniciar la aventura...

El jamón ibérico se corta a cuchillo en el momento...

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La "Fragua de Vulcano" es una taberna con una amplia oferta gastronómica tanto para el turista que quiere descubrir el casticismo puro y perderse en pleno centro de la capital, como para el cliente asiduo que quiere sentirse como en casa. O como en su segunda casa... De un lado o de otro siempre vuelven a la Fragua. Y eso dice mucho de una taberna.
Aquí se respira aroma tradicional que emana de la cocina y que se materializa en su amplia barra curvada de mármol, en los elementos decorativos de las paredes, en los productos expuestos al gran público y en el murmullo constante que se respira en el ambiente. Ese murmullo nos dice una cosa: estamos en un local desenfadado, de conversaciones múltiples, de buen rollo en general...

Hablamos de una estancia auténtica, que sabe transmitir su seña de identidad. Atrás quedan entornos más "imperiales" e históricos, para adentrarnos de lleno en un mundo español, con adornos festivos y azulejos artesanales en su fachada realizados a la vieja usanza, al horno y con tintes originales. Todo un espectáculo para el objetivo de la cámara más inquieta... 

En su amplia oferta gastronómica prima siempre una cosa: el cliente. Su bienestar estomacal y su satisfacción espiritual es la búsqueda incansable de "La fragua de Vulcano". Se trata de comer bien, de disfrutar de la experiencia y de formar parte de esta amigable comunidad.

Y una vez que hayas disfrutado de unos primeros tragos secundados de aperitivos de la casa, toca el momento de abrir la mente y el paladar a otros placeres gastronómicos.
En su carta nos encontramos con sus "cosas de cocina" como: empanadas caseras, tortillas de patatas, jamón ibérico cortado a cuchillo en el momento o callos a la madrileña. Aunque podemos dejarnos seducir por un suculento menú del día a 10 euros. 



Más allá podemos sentarnos en su comedor interior, donde la informalidad de las mesas sin mantel, nos sigue invitando a disfrutar desenfadados de la aventura. Aquí nos topamos con pesos pesados como el rabo de toro, la paella mixta, la fritura de pescado, las albóndigas caseras o el Gran Cocido Madrileño servido en una olla de barro, donde explota tu gula hasta límites insospechados. Y todo aderezado con vinos excelentes y con buena relación calidad-precio. ¿Se puede pedir más?

Y ya cae la noche. El paseo llega a su fin con nuestros estómagos saciados, es hora de que los gatos se recojan o se sirvan un último trago en la terraza. Las luces de esa espectacular fachada (portada en tiempos de National Geographic) nos muestran el camino de casa. Y es que "La fragua", de una manera o de otra, se acabará convirtiendo en un lugar clave en tu ruta culinaria. 
Y saldrás con la extraña y maravillosa sensación de plenitud, pues sabes que vas a volver. La conexión ya se ha fraguado. Velázquez ya te ha incluido en su lienzo. Y Vulcano te esperará con una caña y una tapa en la barra...

Esa mesa vacía lleva tu nombre... ¿A qué esperas para adentrarte en "La fragua"?