Estamos en una época en que la moda es ser feliz, o aparentarlo, tener siempre una sonrisa tipo foto de Instagram y demostrar que somos a prueba de todo; estos estereotipos no son reales, las personas de carne y hueso como tu y yo, tenemos buenos y malos días, sin que esto signifique que seamos infelices, dejar de perseguir la felicidad como si fuéramos a encontrar el elixir de la eterna juventud, es una decisión bastante inteligente, porque nos permite aceptar cada momento de la vida como llegue, con apertura a la experiencia y la conciencia de estar viviendo una vida autentica que no tiene porque responder a lo que para otros es una vida feliz; pues así como hay momentos de gran plenitud que nos hacen sentir muy bien, los momentos difíciles, de tristeza nos preparan para entender que la existencia es cambiante y que cada día es una experiencia diferente y que si estamos dispuestos a transitarla con aceptación será un aprendizaje constante.
Maravilloso poder disfrutar de las emociones positivas, pero no hay porque avergonzarse de tener un mal día o de no sentirnos plenos, por el contrario, cuando tienes la madurez emocional para comprender que estas atravesando por un estado emocional negativo, esto te permitirá no ser victima de tus emociones y aceptar que todo es pasajero, sin forzarte a sentir lo que no te es natural en ese instante, pero cuidado, tampoco seamos los que nos sentimos tristes y colocamos la música más lúgubre, cerramos cortinas y nos metemos debajo de la cama; vivir plenamente la emoción es saber que a pesar de las emociones y sentimientos que estén presentes, podemos seguir con nuestra vida y aceptar que si no vamos a estar felices al menos podemos estar tranquilos.
Mi recomendación es tan simple como: identifica lo que sientes, explora que detono la emoción y elige como quieres transitarla de manera conciente.
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