El policía de Nueva York retirado, con poco más de cuarenta y cinco años, porque su mujer le impelió a vivir en el campo y quizás porque ya bahía cosechado los más altos triunfos en la investigación criminal, es más humano y sensible que en las otras novelas.
En Deja en Paz al Diablo, Gurney deberá resolver los crímenes de un asesino, "El buen pastor", que quedaron impunes en su tiempo y que volverá a cometer asesinatos porque un programa de televisión quiere grabar cómo viven y qué sienten los familiares de las victimas del pasado.
La crítica a la telebasura, que es capaz de remover a toda costa en el fondo de los sentimientos más íntimos , de las pasiones más ocultas de las personas y de su vida privada en general, es tratada por Verdon con acierto y sin exageraciones, lo cual nos da la medida de que la realidad supera a la ficción en estos casos. Quizá por ello algunos le llaman Telerealidad.
De nuevo para el autor americano es menos importante descubrir quién es el asesino en serie que saber cuales son los motivos que le llevan a matar.
No daré pistas, porque el libro se lee con rapidez aunque su trama psicológica y social es mucho más relevante que la de sus dos anteriores novelas, pero si yo hubiese tenido que escoger quién debía de ser el asesino/a del conjunto de decenas de personajes que transitan por la novela, hubiera elegido el que nos propone Verdon en Deja en Paz al Diablo.
Muy recomendable. No solo para pasarlo bien este verano con su lectura sino para reflexionar sobre lo que nos "echan" en la tele.