Compartí con él, hace tiempo algunas conversaciones. Recuerdo una en la que, ya mayor, me dijo:
"He descubierto que en la vida hay cuatro clases de personas: unos a los que nunca notamos, por más que los tengamos casi siempre delante; otros, aquellos con los que compartimos muchas horas de nuestra vida, pero no dejan ningún tipo de huella en nosotros; otros, aquellos que nos quieren y nos conocen desde pequeños y por último, aquellos con los que compartimos unos pocos minutos pero que nos marcan para siempre".
Sin duda, él fue de estos últimos.
Y es que unas pocas palabras pueden dar a los demás la vida o la muerte. Una palabra de aliento compartida con quien está desanimado puede ayudarle a levantar el día, y una palabra destructiva a alguien que está desanimado puede ser que le acabe por destruir.
¿Por qué no nos proponemos dejar una profunda huella en el ánimo de todos los que se crucen con nosotros este fin de semana? Tratemos de conocer los sentimientos de los que nos rodean, y disponer nuestra actitud para sintonizar en positivo con ellos. Seguro que todos somos un poco más felices. Ellos por nuestra ayuda, y nosotros, por ayudar.