Deja que cada uno hable

Por David Porcel
Tarea del maestro es hacer confiable el conocimiento. Con mensajes alarmantes como "esto es muy difícil", "es imposible que entendáis nada", "te falta madurez", y un largo etcétera, no conseguiremos más que animadversión y recelo en nuestro auditorio. Como la diosa de Parménides, debemos invitar a nuestros alumnos a adentrarse en el mundo de las ideas, de los textos, de las emociones. Hay que invitarles, seducirles, tentar su curiosidad, que ya está ahí. Demasiado habituados están ya a toparse con barreras, límites y trampas. Tampoco la impaciencia es buena consejera. Otra condición para que acontezca la enseñanza como encuentro es la paciencia. La paciencia va a hacer que el alumno se abra a sí mismo, se decida a sí mismo. Decisión, es lo que a veces falta. Una escucha paciente puede liberar, redimir, curar al otro.
Demos entonces tiempo a nuestros alumnos, que demasiado lleno tienen ya el suyo con tanto tuit, whatsapp y "me gusta":
Deja que cada uno hable: tú no hables, porque tus palabras les quitan a los hombres su figura. Tu entusiasmo difumina sus fronteras: cuando tú hablas ellos ya no se conocen a sí mismos, sino que son tú. 
(Carl Hanser, El suplicio de las moscas)