Lo quiero, lo veo después de un día de trabajo y me ríe el alma. Quiero besarlo, abrazarlo y tenerlo en mis brazos todo el tiempo. Estoy enamorado de mi hijo, es mi vida y es un amor tan fuerte que no se puede describir, diferente a todos e incomparable a ningún otro. Pero sé que hay situaciones en las que tengo que retirarme y dejarlo libre. Para que nuestros hijos puedan tener un buen desarrollo emocional, necesitan sentirse cuidados y queridos, sin embargo la protección excesiva puede derivar en problemas y tener más desventajas que ventajas.
La sociedad ha avanzado y hoy en día los hijos llegan al mundo envueltos en cuidados y siendo el centro de sus familias. Todos los padres quieren lo mejor para sus hijos: la mejor ropa, la mejor comida, mejores juguetes, colegios y un no acabar…
Si envolvemos a nuestros hijos en cuidados y atenciones, podemos privarlos del aprendizaje que necesitan, de la posibilidad de enfrentarse a problemas y dificultades propias de su edad. Es decir, no permitimos que desarrollen las armas o herramientas necesarias para su futuro.
Como padre y maestro veo como hoy en día se tiende a proteger excesivamente. Muchas son las luces que deberían hacer saltar la alarma a las familias. Por ejemplo cuando disculpamos todo, la culpa es del otro niño, del maestro o de la abuela. Cuando intentamos por todos los medios que no estén en situaciones que no puedan resolver. Cuando intentamos adelantarnos siempre a sus deseos. Podría seguir pero todos sabemos más o menos. Lógicamente nosotros incurrimos en muchos de estos errores aunque creo que hay padres que llegan a la exageración. Correr detrás de tu hijo en el parque para que se coma la merienda me parece cómico. Llevas la merienda si quiere comer que venga y lo pida y sino que no coma.
La sobreprotección tiene efectos enormemente negativos, esto lo veo en el colegio. Niños de 9 años que no saben atarse los cordones, niños que lloran por tonterías, niños que te dicen que le abras el zumo que no saben. No dejar a un niño aprender solo y que sea capaz de responder de manera natural a situaciones que surjan en el día a día puede provocar niños inseguros, niños que no saben llevar la frustración, niños que no valoran nada de lo que tienen; en definitiva niños asociales.
Dejad a vuestros hijos equivocarse, caerse, tropezar en la misma piedra una, dos, tres y cuatro veces, que sepan que no siempre se gana ni se consigue lo que se quiere. Quererlo, mimarlo y abrazarlo no significa decir siempre que sí, hay que dejarlo caer. Si se caen se levantan, podemos demostrarles que estamos ahí pero no hace falta ir siempre corriendo a levantarlos.