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Ya fuera del comentario, no he podido evitar acordarme del escritor Josep Pla, quien, muchas décadas antes de que existieran las fotocopiadoras y no digamos internet con sus epubs y pdfs, era asiduo de las librerías barcelonesas, en donde se pasaba largas horas leyendo directamente los libros que le apetecía, y con tal caradura que incluso dejaba un billete de metro en la página donde lo dejaba para volver a leerlo al día siguiente. Y no parece que los libreros lo denunciasen en los juzgados. Enrólate en el Otto Neurath