Déjame entrar de John Ajvide Lindqvist

Publicado el 16 diciembre 2010 por Kovua
Oskar. Un niño de doce años solitario y triste vive en un lugar monótono en los suburbios de Estocolomo, en Blackeberg a principios de la década de 1980. Le gusta recortar de los periódicos noticias sobre asesinatos violentos, las chucherías del quiosco de al lado de su casa y la música rock. Pero en su clase es el chico al que maltratan, sus compañeros se mofan de él y el fanfarrón de su compañero Jonny le obliga a gritar como un cerdo para reírse de él con sus dos amigos. 
Un día ve a través del cristal la llegada de dos personas al portal de su izquierda. Una de ellas es una niña llamada Eli y otro un hombre mayor llamado Håkan. Al poco momento de llegar descubre Oskar que no es una niña común y corriente si no que tiene poderes que la hacen especial.
Mientras tanto se suceden asesinatos en los alrededores del pueblo donde vive y su madre no le permite salir del portal donde vive debido a que sospecha que el asesino se mueve en tren y hay una estación cercana por lo que permanece en un patio interior, Allí conoce más a Eli con la que entabla una amistad basada en las curiosidades de uno sobre el otro, en expresar los secretos que guardan y en vivir momentos especiales.
La novela trata de forma cruda pero clara los asesinatos, dándoles un toque de miedo con detalles crueles. También enfoca de forma oscura temas como drogas, robos, pedofilia y asesinatos, explicando como se sienten en esas situaciones los personajes de la novela a través de tres tramas. Una obra recomendada para aquellos a los que les gusta los libros sobre vampiros, en este, lo podrán ver desde otro punto de vista un poco violento pero adictivo, también para aquellas personas que quieran pasar miedo por las noches con una luz tenue. 
Una curiosidad. El título hace referencia a la canción "Let the Right One Slip In" de Morrissey, pero también al mito folklórico que afirma que los vampiros no pueden entrar en una casa sin ser invitados. Extractos:
Håkan intentó parpadear. No pasó nada. Casi nada. Algo se desprendió delante de su ojo y ensombreció la vista aún más. Su otro ojo no existía. Intento abrir la boca. La boca no existía. Evocó la imagen de su boca como lo había visto en los espejos, en su cabeza, intentó… pero no había. Nada que respondiera a sus órdenes. Como intentar insuflar conciencia a una piedra para hacer que se mueva. No había contacto.
Segunda. Tercera. La moto fue cogiendo velocidad mientras cruzaban el pueblo. Oskar iba sentado como un sastre sobre el ruidoso portaequipaje. Se sentía como el rey de todos los reinos de la tierra y habría podido seguir viajando eternamente.
El acompasado raspar de las cuchillas de los patines, la luz de la luna que daba al hielo su tímido resplandor, las estrellas que lo envolvían con su infinitud, el viento frío que le bañaba la cara, eternidad y espacio y profundidad por todas partes. La vida no podía ser más hermosa.