Ayer decía un apreciado colega y amigo "¿Cuándo políticos, redentores y demás salvavidas ajenas dejarán tranquilos a los gays?" Y se me ocurrió contestarle que "quizá cuando ya no les sirvan para sus fines. Y viceversa." Acababa de saberse el repentino cambiazo pro-gai de Obama, quizá muy estudiado en sus patentes riesgos electorales por la maquinaria de su equipo electoral.
Es curioso lo mucho que en las campañas electorales (estadounidenses) se habla de conciencia, valores, respeto a las religiones, y tantas cosas más concernientes a las altas y nobles regiones del espíritu humano.
Y cuando llega el momento de la verdad, es decir, cuando quien ha prometido se encuentra con poder para hacer lo anunciado, no deja de ser curioso lo poco que hoy día se hace en pro de esos territorios nobles y altos de la persona o del ser humano. Mientras se mira con gran atención hacia intereses anclados en otras partes más bajas y quizá menos nobles del mismo ser humano en cuestión.
El momento de la verdad debe ser otra cosa. Más bien se aprecia que ese momento llega cuando hay que agarrarse a tizones ardiendo, carbones encendidos o lo que sea, para sacar los votos que permitan tener el poder en mano.
Mal lo tiene Obama, dicen casi todos los comentaristas estadounidenses y extranjeros, cuando se agarra a un clavo ardiendo como el de su repentina "conversión" al derecho gai al matrimonio...
Justo cuando no pocos recuerdan sus enfervorizada proclama de cerrar la prisión de Guantánamo el primer día de su llegada a la Casa Blanca (hace cuatro años)...
Justo cuando otros no pocos observan que es más fácil apoyar el matrimonio gay en vísperas electorales que acabar con la guerra de Afganistán y crear trabajo...
Justo cuando justo es lo contrario de lo que proclamó en su campaña electoral de 2008 y en sus primeros tiempos en la Casa Blanca...
Hay que ver lo que da de sí querer ganar unas elecciones como sea, cuando -como le pasa al ahora candidato Obama, a la sazón presidente de los USA- no se ve claro el asunto y hay que quitarse algunas caretas e ir descaradamente a por los dineros y los votos. No se trata de ninguna caída del caballo al estilo de la conversión de San Pablo, como sin duda se intentará presentar por él mismo y sus partidarios...
Por poner un ejemplo de diario en principio pro-Obama y pro-gai, como es El País, hablando de los "juegos malabares" de Obama.
(...) El presidente y sus asesores están obligados a hacer malabares entre los diferentes grupos de votantes que necesita convencer para lograr la victoria en noviembre: los afroamericanos, el electorado tradicional y religioso, así como las clases obreras, están mayoritariamente en contra y podrían respaldar a Obama por muchas razones -como la recuperación económica- o abandonarle si finalmente da su respaldo al matrimonio homosexual; y los votantes independientes, las élites urbanas y el electorado más joven, todos ellos a favor de las uniones gais y una base del electorado que el presidente movilizaría inmediatamente a su favor. (...)
De todos modos, quien haya escrito el titular (El juego de malabares de Obama con el matrimonio homosexual), no conoce bien del todo que la expresión justa es "juegos malabares", en la medida en que se pretende hablar -según el Drae- de
1. m. pl. Ejercicios de agilidad y destreza que se practican generalmente como espectáculo, manteniendo diversos objetos en equilibrio inestable, lanzándolos a lo alto y recogiéndolos, etc.
2. m. pl. Combinaciones artificiosas de conceptos con que se pretende deslumbrar al público.
Pero quizá esto que dice el Drae resulta demasiado claro y apropiado cuando se trata de Obama y los gais, cuando la conciencia y las altas y nobles regiones del espíritu humano se reducen a espejuelos electorales (votos a la vista), desde luego con efectos colaterales comerciales (dinero dink -double income, no kids- que permiten abonar campañanas electorales y elevar ventas de periódicos afines): Show Me the Money!
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