Hace pocos instantes me enteré del fallecimiento de una joven que conocí desde que ella era una niña, si bien nunca fuimos amigas cercanas, siempre supe de su vida y de las cosas que hacía porque teníamos mucha gente en común. Hablando con uno de sus amigos más cercanos en este día, reflexionábamos sobre sus deseos de que permaneciera más tiempo con vida, pero también llegábamos a la conclusión de que una de las muestras más grandes de amor que podemos dar también es el dejar ir…dejar partir…soltar.
Este principio se puede transferir a todas las áreas de nuestra vida, dejar ir a un amigo que amamos pero que tal vez no nos hace bien; dejar ir a un novio a un gran amor porque nos damos cuenta que no es lo que Dios quiere para nosotros; soltar un gran sueño que nos separa de los grandes sueños que Dios tiene para nosotros; dejar un mal hábito que no aporta en el desarrollo de una vida plena…todas estas renuncias o todos nuestros “dejar ir” demuestran también que hay algo o a alguien que amamos tan intensamente que permitimos que llegue o alcance aquello que sueña con todas las fuerzas de su corazón.
La muerte puede parecernos una gran pérdida, tal vez no tanto para quienes creemos que después de la muerte viene una vida renovada y glorificada, pero de todas formas dejamos de ver a alguien a quien queremos o nos interesa; lo más poderoso de la muerte es que es una oportunidad para demostrar nuestro amor. A veces deseamos retener en este mundo hasta las últimas consecuencias a quienes amamos, pero hay un momento en que debemos dejar ir, y ése es nuestro mayor acto de amor, porque sabemos que quien deja de ser parte de este mundo, ya es parte de uno mucho mejor. Amar es cuidar, proteger y abrazar, pero amar también es permitir que quien amamos despliegue sus alas y le muestre al mundo sus verdaderos colores…
Autora: Poly Toro www.destellodesugloria.org