Dejar volar

Por Violetaosorior

Varias veces me han dicho padres/madres con hij@s ya grandes e incluso nietos: “disfrútala mucho porque crecen muy rápido” mi respuesta automática es: si!... pero luego cuando miro hacia mi experiencia me doy cuenta que no lo he vivido de esta manera, tampoco se me han hecho laaargos, tan solo vividos. Sobra decir, que no segundo a segundo ni comento a momento, muchas veces he estado más conectada con mis angustias y vacíos que con Kyara. Pero quiero creer, (aunque de esto solo ella podrá dar testimonio) que la he acompañado a forjar su identidad, su mundo propio y sobre todo su autonomía, eso me da confianza en cosas tan sencillas como saber que cuando trepa una reja no se cae y que si llegará a suceder sabría caer, pero como en lo pequeño está lo grande esta certeza cotidiana me da certeza en lo trascendental.
Luego nos miro adulto, a estos mismo niños de quienes sus padres/madres sienten que se les fueron volando y veo con dolor como est@s madres/padres lanzan redes para atrapar lo inatrapable, para volver a tener un niño en brazos, un bebé en casa, a quien cuidar y proteger tal y como no fue la vivencia.
Hablo desde lo que veo y desde lo que reflexiono acerca de lo que veo, no hay en mis palabras ningún sustento científico, médico o psicológico, es sólo mi parecer, que en este momento se cruza profundamente con mi corazón. Cuando nos saltamos etapas, cuando no vivimos el momento siempre sentiremos vacío por lo que no fue, preguntándonos como habría sido e intentando agarrar el agua entre las manos. Hay un momento en la relación padres-hijos para la total dependencia, para tener en brazos un/a niñ@ indefens@, hambrient@ de amor, entrega, presencia y permanencia, para necesitar totalmente y dar totalmente; hay otro momento para alentar al vuelo, para ayudar a conquistar el aire y otro para observar y sonreír ante ese nuevo pájaro.
El momento de acunar y sostener, de estar y permanecer, es ahora, ahora cuando ell@s lo necesitan, cuando lo piden y es parte de su sustento de vida; el tiempo de tener un/una hij@ que pide de ti, necesita de ti, crece porque estás ahí es ahora cuando para ell@s es indispensable; el tiempo de la teta, el calor y el contacto piel con piel, el tiempo de ser el centro de su universo y a su vez girar entorno a ell@s, el tiempo de ser sostén, raíz y regazo, de “mamá/papá duerme conmigo, juega conmigo, quédate conmigo” es ahora mientras para ell@s son experiencias vitales y fundantes. El tiempo de ser súperheroe, de espantar las pesadillas nocturnas y las angustias diurnas, el tiempo de ser el punto de referencia, el horizonte hacia el que miran, es ahora, cuando aún tiene sentido, cuando somos su fundamento.
Porque años más tarde cuando miremos atrás y sintamos nostalgia e incluso culpa por lo años perdidos e intentemos tirar lasa redes de la dependencia que no fue, de la fusión y el cuidado que no hubo lo único que lograremos será cortarles las alas y arrebatarles la independencia que muy a nuestro pesar han construido.
Aquel que no ha sido participe de la conquista por la autonomía difícilmente creerá en ella y sentirá miedo ante cualquier atisbo de madurez e independencia y también quien no ha vivido el enamoramiento febril del inicio de la relación, la sensación de que la vida solo tiene sentido a su lado, difícilmente podrá vivir plenamente la pausa del amor maduro.
Sólo me resta de decir que como hija siempre querré un regazo donde resguardarme pero no unos tentáculos que me obliguen a seguir siendo niña o peor aún que no crean en mi independencia y la minen con su amor de madre/padre de bebé de brazos, eso es lo mínimo que merece Kyara de su madre