«Dejaste que me quemara y ahora somos cenizas en el suelo»

Por Arturolodetti @latitudgay

 «Dejaste que me quemara y ahora somos cenizas en el suelo». Un libro de Gerundio

El libro fue lanzado el día 05 de Octubre, en el Museo del Estallido Social. Y, actualmente, se encuentra realizando un recorrido por distintas ciudades de Chile. El libro es una publicación autogestionada de Colectivo Mar y Cueca y ya se encuentra distribuyendo su segunda edición luego de agotar los 150 primeros ejemplares. 

“Cuando dije que tenía VIH, me dijeron que me harían un baño aparte. Que me comprarían loza nueva, para marcarla con mi nombre”.

“Dejaste que me quemara y ahora somos cenizas en el suelo” es el nombre del primer libro de Gerundio; Gestor Cultural y artista integrante de Colectivo Mar y Cueca.

“Ser una persona seropositiva y pertenecer a la comunidad LGBTQIA+ han sido factores fundamentales en mis procesos como artista y en los espacios que he construido como gestor. La necesidad de debatir, dialogar y reflexionar en torno a la igualdad, la dignidad humana, las violencias y la contención. Y este libro nace desde la resignificación de mi propia biografía. Me he aventurado en diversas disciplinas y materialidades, desde el bordado, el tejido, la performance, la danza y la instalación. Poder liberar y desarrollar mi lado femenino que se me obligó a omitir durante toda mi infancia y mi juventud”, nos cuenta Gerundio para adentrarnos en los casi 10 años de escritura, el cáncer linfático No Hodgkin y los 18 años desde su notificación como persona seropositiva.

“Escrituras en la sala común de un hospital, entre quimioterapias seropositivas, en las lecturas de una biografía con hojas en blanco que se van sanando. En la calle, con la rabia y con la llama”, así nos presenta el archivo de estos relatos que hoy se convierten en su primer libro.

‘Dejaste que me quemara y ahora somos cenizas en el suelo’ es la conversación que nunca tuve con mi madre. El andar de un niño marica de población, el abuso, la carencia, la enfermedad y la muerte”, una autoedición del autor y Colectivo Mar y Cueca. “Decidí trabajar con personas cercanas, con quienes nos topamos alguna vez en la vida. En la creación, en el arte. En las causas y las luchas en común. Si se iba a cambiar algo en la historia, quería ser yo quien lo hiciera. No una editorial”.

¿Qué rol juega la familia y estos vínculos dentro de la narración?

Tenía la obligación de desarticular los espacios, los lugares y roles de poder con los que crecí y que me impusieron. Releer y escribir mi propia biografía, mi familia y mi no familia. Desde quien soy y mi contexto. Decidí habitar el dolor desde la experiencia. Comprender la muerte y la ausencia de mi madre, de mi amigo por el VIH, el “difunto” por el cáncer y el VIH. Entenderme gracias a todas esas muertes.

Hay una madre que renuncia afectivamente a su hijo. Sin miramientos. Una madre a la que me obligaron a querer. Una madre que no me contaba entre sus hijos. Durante mi tercer cáncer, treinta años después, entendí que debía “soltar”. A Gerardo, mi padre. A Eugenia, mi madre. Y a mí. Odiar a la madre es un tabú.

Me costó entender que ser auténtica era una necesidad y una obligación. En una familia en donde buscar aprobaciones de otros, contener emociones, de no levantar la voz, era costumbre. Aguantar violencias. Agachar la cabeza. Yo quise salir de ahí.

Hablas de infancias vulneradas, violencias e ignorancia.

¿Desde qué lugar te propusiste evidenciarlas?

Hablar de infancias rurales es ahondar mucho más en la exclusión social. Es algo que va más allá de la falta de oportunidades y de acceso a la información. Desempleo, pobreza, migración forzada y una estructura patriarcal y jerárquica que aumenta más las brechas. Fui criado en un hogar en donde les niñes no opinan. En donde el niño más grande cuida a los más chicos mientras los papás trabajan la tierra. Las redes de apoyo para proteger a las infancias son frágiles o nulas. Pasas de niñe a adulto porque hay que aportar en la casa. Y tu infancia queda guardada o castigada. Yo nunca me atreví a hablar de los abusos que viví. Cuando dije que tenía VIH, me dijeron que me harían un baño aparte. Que me comprarían loza nueva, para marcarla con mi nombre. La ignorancia de mi entorno no tenía que ver con libros, sino con la negación de todo aquello que no respondía a sus expectativas.

“Escrituras en la sala común de un hospital, entre quimioterapias seropositivas”, ¿Qué tan importante es visibilizar e incomodar?

“Soy seropositivo. Y mi virus es político”

Hoy tenemos una ley que garantiza nuestros medicamentos antirretrovirales. Pero no es un gesto de buena voluntad. Es la respuesta a una lucha constante y la insistencia permanente de los activismos, chilenos, latinoamericanos, internacionales por el acceso a la salud. La lucha de aquellos que salieron a la calle para sobrevivir. Y de quienes quedaron en el camino y a su legado. A la organización de la sociedad civil. Mi virus es político porque debe enfrentarse, en todos los ámbitos, al estigma de una clase social que pretende ocultarnos. A homosexuales, personas trans, a quienes ejercen el trabajo sexual; todes bajo la etiqueta de lo ilícito, lo prohibido y lo incorrecto. Una clase social que, con total impunidad, negocia y se regocija con nuestros derechos. Que abusa. Que violenta. Mi virus es político porque la indetectabilidad no es sólo cuestión de pastillas que supriman la carga viral. Hay demandas ciudadanas como el

acceso a la educación, al trabajo digno, a la vivienda, que son transversales a toda la población. Pero son fundamentales para entender la adherencia de la mano a la calidad de vida. Incluso, de la posibilidad de ir a un control médico sin necesidad de ocultar un diagnóstico por el temor a perder un trabajo. Entender la sexualidad, después de la notificación, sin una carga negativa. Porque no quiero que a otres les hagan un baño aparte. Mi virus es político porque me interesa saber que hay detrás de los negocios y acuerdos entre el Estado y los laboratorios y sus patentes. Poder escoger y conocer mis medicamentos. Acceder a atenciones dignas y a profesionales preparados; que no te hagan sentir que un control médico es una limosna. Profesionales que respeten nuestros cuerpos y nuestras identidades.

“Mi libro es la memoria de un niño marica de aire. Una cola chica de población que se pensaba única en el patio del colegio; en la pichanga. Se nos asocia a la pobreza, a lo marginal e incluso a lo violento. Pero prefiero entender nuestra memoria como una constante construcción. Soy sólo una página más entre libros, relatos, imágenes y violencias. Discriminaciones. El VIH. Soy uno más entre los sobrevivientes al estigma, al morbo y la ignorancia”

-Gerundio

.

Puedes adquirir tu ejemplar de “Dejaste que me quemara y ahora  somos  cenizas  en  el  suelo”  en  @marycueca  Valor $8.000 (ocho mil pesos chilenos).-Colectivo Mar y Cueca colectivomarycueca@gmail.com