¿Hace falta escuchar un sermón que nos recuerde que todos somos hermanos?, ¿nos hace falta un toque de atención como este para dejar de evaluar y ocuparnos de nuestros asuntos? Venga ya! Espabilemos de una vez y a partir de ahora, miremos con respeto a cualquier persona con la que nos crucemos, pues nuestras miradas les excluyen, nuestros sutiles gestos les estigmatizan, les matan lentamente y les impiden sentirse parte de este mundo que les suspende.
Dejemos la evaluación para los maestros y que cada cual se ocupe de sus asuntos.
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