Del 21 de diciembre y sondas que abandonan el sistema solar

Publicado el 19 diciembre 2012 por Juanjogom @juanjogom

Los contrastes de nuestra especie son enormes. La distancia entre sus cotas más brillantes y sus pozos más oscuros es abismal.

Mientras un pequeño emisario fotografía el lado oscuro de uno de los planetas más hermosos de nuestro sistema solar, un enajenado acribilla a sangre fría a unos niños mientras aprendían sobre de que iba esto de la vida.

Mientras un robot de una tonelada de peso, puesto en Marte a través de una de las maniobras más increíbles realizadas por la humanidad, escudriña cada rincón de un cráter inundado por el agua hace millones de años, surgen alertas por todos los lados del goblo sobre posibles suicidios en masa por una absurda profecía que pone fecha al fin del mundo.

El ingenio humano nos lleva a entender los mecanismos de ciertas enfermedades que solo hace unos años suponían una sentencia de muerte para todo aquel que la padeciera, por otro lado muchos de los nuestros abandonan tratamientos médicos para ponerse en manos de falsos chamanes que prometen curaciones a golpe de talonario.

El 2012 se despide justo cuando la Voyager 1 está dejando atrás las fronteras de nuestro sistema solar, justo cuando buques de EEUU se aproximan a Turquía para aumentar la tensión en una zona del mundo ya de por sí inestable.

A los utópicos nos gusta imaginar que esta dualidad tan marcada en el comportamiento humano irá desapareciendo a medida que maduremos como especie. Pero quizás los pragmáticos lleven razón esta vez y este rasgo nos acompañe hasta el último de nuestros días. La evolución y la genética no entienden de ética o de moralidad. No premian con la supervivencia a aquellos de los nuestros que impulsan a nuestra especie, su acervo genético no es más valioso, y eso no deja de ser una pena.

Si tenéis la suerte de reunir las características de un “impulsor de especie” no dejéis de transmitirlas. Al resto,… hacer lo que os de la gana.