Del bar al cielo

Por Finicolasgafas @Finiconlasgafas
Hay quienes se dirigen a la iglesia los domingos por la mañana y hay quienes se dirigen al bar los sábados por la noche. Las diferencias son sutiles, pero definitivas. En el primer caso solo uno bebe vino, en el segundo todos beben vino, cerveza o variados licores espirituosos. En las iglesias hay púlpitos, en los bares hay barras con múltiples pálpitos. Los sacerdotes embriagan a los presentes con palabras divinas, mientras que los camareros arengan a la parroquia con silencios destilados. Los eficientes monaguillos pasan el cepillo, mientras los taberneros cobran justamente los servicios. También existen diferencias en la arquitectura de los lugares. Los lugares de culto no necesitan excusado, los bares sí. No es lo mismo alimentar el alma que el buche. Volvamos a la similitud. Una noche carente de luna, un borracho irreverente juró por satanás que el mismísimo Jesucristo le invitó a su sangre. Contra todo pronóstico, la embriaguez le provocó una sobriedad lúcida. Y sintió un dulce éxtasis al notar la metamorfosis de ángel caído a querubín cuando el jefe lo elevó del bar al cielo. Quien dude de esta historia, ni sabe creer, ni debe beber.